Si tuviésemos que enumerar alguna característica del pueblo de Castroverde, una de ellas podría ser la fama de travesuras y salvajadas de sus mozos.
No hay más que fijarse en el nombre que se le daba a este grupo. Era bien “temido” por las barbaridades y groserías que podían llegar a perpetuar. Rondaban los doce años, aproximadamente, y como ya no iban a la escuela disponían de mucha energía para pensar en cometer auténticas diabluras.
Allí por donde pasaban, dejaban huella…Entre sus “trofeos” se destacan: patadas a los perros del lugar, robar peras de los perales, tirar piedras al lagar, romper tejas de los tejados, arrancar telones de las puertas de las casas…y todo lo que os podáis imaginar.
Un día rompieron las tejas del lagar de la villa, y los que lo advirtieron no dudaron en delatarlo. El alcalde se lo hizo pagar bien caro, y además de tener que pagar todas las tejas, les ordenó volver a reparar el lagar y poner las tejas nuevas . Para quitar el castigo de alguna de sus otras maldades, también contribuyeron a arreglar una alcantarilla deteriorada junto a la iglesia. Desde entonces se la llamó: -La Alcantarilla del Perpetuo Socorro-
Las chicas temían y adoraban a la vez a estos chicos tan singulares, capaces de hacer el mayor desmán, pero también la mayor de las obras de arte, como por ejemplo: Poner El Mayo. Había pandillas de chicos que cantaban como los ángeles, y muchos sábados después de subir a la bodega echaban rondas a la novia de alguno.
Como de esto hace ya muchos, y mucho ha llovido, nos tomamos la libertad de nombrar a los protagonistas, esperando no olvidarnos de ninguno: Teofilín, Amador, Justo, Angélico, Aproniano, Jesús, Jesús “el zurdillo”, y Jesús “el de huerta”.
Publicado por Montse Gómez Alonso el 23 de febrero de 2012 a las 2:26pm