Cuenta la historia, que originalmente la palabra Fuente proviene del uso del pilón (caída de agua). Las fuentes en un inicio se hallaban en las plazas o lugares céntricos de los pueblos para abastecer de agua a los habitantes y calmar la sed de sus animales. Solían ser lugares de encuentro que propiciaban las relaciones sociales de la comunidad.En Castroverde de Cerrato, igual que en muchos otros pueblos del Valle del Esgueva, había una riqueza de fuentes con diversa variedad de propiedades en sus aguas. La subida al páramo de la famosa fuente de la Resenda, de ella manaba un agua pura y cristalina, hoy da agua encañada a varias huertas próximas; No lejos de ésta, oculto en un herbazal, el manantial de Cañalejas que también suministraba a las huertas. Hoy sólo quedan majuelos. La fuente de Granadilla -más parecida a un arroyo- perteneciente al pueblo de Granadilla, desaparecido hace siglos, donde se hacían estupendas meriendas; la fuente de las Peñuelas con un estoico pilón donde manaba buena y abundante agua; la fuente de San Antonio que contaba también con un pilón de caño grande. La Fuente- manantial del Hormigo, situada en el camino de las veguillas, su agua no era fina y no se percibía tan agradable al paladar, en cambio iba muy bien a los rebaños que se recogían en los corrales próximos. La Fuente La Espesa, que se caracterizaba por la graciosa expresión de borbotones que originaba al manar directamente del subsuelo, era buena agua pero llevaba consigo mucha arenilla. Muy cerca de la Espesa, había otra fuente con un manar aproximadamente diez veces superior al de ésta, sus aguas eran frías como el hielo y notablemente saladas. El manantial del Olmillo que dicen mana a estas alturas unas gotas de agua.
En los límites con Torre, nace el arroyo de Valdefrades, alumbrado por varios y humildes manantiales. Los distinguimos por los sauces primero y luego por los verdes juncales. Y ya en territorio de Torre de Esgueva, la fuente de la Mora ofrece un caño más que generoso en medio del estío. Muchas de estas fuentes siguen vivas en la actualidad, y se exhiben orgullosas por su perennidad en el tiempo.
Hay miles de anécdotas vividas en torno a las fuentes, una de ellas podría ser esta: “ A cuatro pasos de la fuente del agua salada, se izaba una montañita de una tierra muy dura, blanca y arcillosa, la greda blanca, de donde extraían unos “terrones de jalbea” que al deshacerlos con los dedos se convertían en una especie de polvos que hacían servir para blanquear las casas. Camino los Cárcavos - el llamado camino del diablo- se llegaba al pozo denominado El Pocillo. Muchas niñas se acercaban al lugar y sacaban agua con la ayuda de un caldero. Allí entre risas y juegos se lavaban con tan preciada agua”.
Publicado por Montse Gómez Alonso el marzo 27, 2012 a las 2:30pm