Concurso de Leyendas Tradicionales y Biografías Mexicalenses 2022

Primer lugar en el género de leyenda tradicional

de la categoría A

(Alumnos de la Escuela Secundaria)

Alrededor de los años 1930 y 1940, en tiempos de la revolución agraria, vivía en Mexicali una mujer, quien se cree que se llamaba Florencia Aranza, perteneciente a la conocida familia Guajardo. Ella aparentemente cometió suicidio. Se llegó a la conclusión de que se quitó la vida porque estaba harta de estar sufriendo por una enfermedad letal que padecía, la cual le provocaba un gran sufrimiento, así que tomó la decisión de fallecer por su propia mano en vez de esperar su dolorosa muerte.

Esto tomó a la familia por sorpresa, ya que Florencia no mostraba alguna señal de que fuera a suceder y por esto les fue aún más difícil asimilar que se había ido. Dicen que poco después, uno de sus siete hijos tuvo una idea para que pudieran conservar a su madre a su lado y sobrellevar la terrible pérdida. Logró convencer a sus hermanos de llevarla a cabo.

Días más tarde, los ciudadanos de Mexicali creyeron ver una silueta en la ventana de los Guajardo, una silueta un poco rara, pues parecía la de una señora mayor. Pero ya todos los habitantes de la colonia Nueva sabían que Florencia había muerto y ella era la única mujer que residía en esa casa. Nadie creía que fuera posible que se tratara de ella, a menos que…

La gente empezó a rumorear que habían momificado a la dama. Aun así, los descendientes más jóvenes de los Guajardo aseguraban que ella no estaba muerta, disecada o momificada, sino que padecía cáncer y no se podía mover. Sin embargo, ninguna persona creía realmente eso.

Así pues, pasaban los curiosos por la acera sur de la calle Obregón en esa cuadra, desde donde se podía ver la ventana en la que, decían, se encontraba la mujer. Se acercaban para ver de cerca e intentar confirmar si el rumor era cierto, ya que la banqueta se encuentra a poco más de dos metros de donde estaría la silueta y esto hacía que fuera fácil apreciarla.

Unos años después, una tarde muy nublada, un grupo de cuatro niños de entre nueve y catorce años (llamados Juan, Emilio, Diego y Pedro), decidieron aproximarse a la ventana, pero no como cualquier otro niño de su edad. Brincaron la reja del cerco de la casa, con el fin de ver a la tal momia de cerca, ya que dos de ellos no creían en la leyenda que contaban los mayores sobre esa residencia de la avenida Obregón. Pero Diego y Pedro, que eran los más pequeños, sí creían en esos rumores, pues la mejor amiga de la mamá de ambos les decía que era cierto, asegurando que había trabajado en esa casa y había visto a la momia. Les había contado de ella en numerosas ocasiones y los dos hermanos le creían ciegamente todo.

–¿Están seguros de que esto es una buena idea? –preguntó Pedro.

–¡Claro! –respondió Juan–. ¿En serio creen en estas tontas leyendas?

–Pero la amiga de mi mamá dijo que…

Emilio interrumpió a Pedro:

–¿En serio le vas a creer a esa señora mentirosa?

–Pero… –Diego intentó decir algo.

–¡Pero nada! –exclamó Juan.

A medida que los cuatro chicos se acercaban a la ventana les daban escalofríos, mas decidieron ignorarlos, excepto Pedro. Él insistió a sus amigos que no era buena idea, pero ellos no querían irse, así que el niño tomó a su hermano y los dos se marcharon a su casa.

Juan y Emilio se atrevieron a quedarse ahí para intentar ver de cerca a la momia sin que la familia se diera cuenta.

Mientras avanzaban, las malas vibras del lugar aumentaban y los chicos tenían miedo, pero no lo admitirían, pues ninguno de los dos quería parecerle un cobarde al otro.

Ambos se encontraban a un metro y medio de la ventana. El cielo parecía tornarse aún más oscuro, como si estuviera a punto de llover. Juan y Emilio se sentían muertos del miedo. Estaban a punto de decirse el uno al otro que se fueran de ahí, cuando de pronto… creyeron ver que la cabeza de la momia giraba hacía ellos.

Los dos salieron corriendo del lugar y nunca más pasaron por la zona.

Eso mismo hicieron varios niños en su momento, esperando ver a la momia. Sin embargo, nunca lo lograron y empezaron a creer que había sido retirada del lugar.

La leyenda sigue siendo narrada por padres a sus hijos, con tal de contarles sus propias experiencias con la casa, o las de alguien más. Nunca sabremos si lo que Juan y Emilio vieron fue real, pero hay quienes aseguran que, si pasas cerca y te quedas mirando al ventanal, puedes ver entre sombras a la momia, y que ella te está viendo a ti.

Primer grado de secundaria