Concurso de Escritores 2023

Primer lugar en el género de cuento

(Nivel de avanzados)

En el reino de Truba los gobernantes eran la reina Cainsa y el rey Matesu, quienes se habían casado apenas un año atrás.

Ella era una de las muchachas más bellas del reino y tenía muchos pretendientes, pero nunca estuvo interesada en ninguno; unos eran torpes, otros engreídos y egoístas, todos más interesados en sí mismos que en cualquier otra cosa.

Él heredaría al trono, pero, aunque inteligente, no era el príncipe soñado de las doncellas del reino, ya que no era ni alto, ni fuerte, ni mucho menos guapo.

Cainsa y Matesu se conocieron en la tienda de sombreros de la familia de ella, ya que, aun siendo de la nobleza, la joven era muy trabajadora. El príncipe se enamoró en cuanto la vio; a ella, él le pareció agradable y mucho mejor compañía que el resto de sus cortejadores.

Poco después, Matesu le pidió matrimonio y Cainsa aceptó.

Al poco tiempo él se convirtió en rey y ella en su reina. Todo iba muy bien, hasta que Matesu enfermó.

–¡Mi reina, mi reina! ¡Al rey le ha dado una fiebre terrible! –exclamó su dama de compañía–. ¡Ha pedido que vaya a verlo de inmediato!

Cainsa fue hasta donde se encontraba Matesu, quien le dijo que ella tendría que hacerse cargo de los asuntos reales por un tiempo. La reina aceptó felizmente, pues estaba convencida de que podría ayudar a su pueblo mientras su esposo se recuperaba.

Todos amaban a Cainsa, era una soberana excelente. Sus ojos brillantes conmovían a cualquiera con tan solo verla. Sin duda, era hermosa y perfecta.

Cainsa firmó varios tratados de paz, donó dinero a los hospitales y organizó bailes a los cuales hasta los plebeyos pudieron asistir. Eso hizo que sus vasallos la amaran, porque era amable y bondadosa.

Cuando el rey se recuperó, quiso retomar el trono, pero después se dio cuenta de que Cainsa había puesto a todo el reino en su contra. Ella hizo mucho más por sus súbditos en un par de meses de lo que Matesu había hecho durante un año.

–¡Cainsa! –gritó el rey mientras entraba a la sala del trono–. ¡¿Qué es este escándalo?! ¡¿Me estás traicionando?!

–¿No es eso muy obvio? –respondió ella con un tono de seriedad, sin levantar la mirada del tablero de ajedrez–. El rey no es nada sin la reina, pero yo no ocupo un rey... ¡Guardias! ¡Encierren al rey Matesu!

–¡No la escuchen! ¡Yo soy su rey! ¡Ella no es más que una traidora! –gritaba Matesu. Pero eso fue en vano, los guardias seguían lealmente a Cainsa.

La reina hizo que todos estuvieran en contra de Matesu, incluso su propia familia, diciéndoles que él traería caos y destrucción al reino.

Al día siguiente se coronó a Cainsa como legítima soberana, mientras que a Matesu se le dio el nombre de traidor.

–Seré amable contigo, Matesu –dijo la reina frente a todo su pueblo con una voz que sonaba fría como la nieve–. Te perdonaré la vida, pero te desterraré y jamás podrás volver.

–¡No me puedes hacer eso! –gritó Matesu llorando–. ¡Yo aún te amo!

Cainsa lo miró con sus ojos sin expresión y guardó silencio. Los guardias se lo llevaron arrastrándolo mientras que sus anteriores súbditos le gritaban y le lanzaban cosas.


Primer grado de secundaria