Concurso de Escritores 2023

Segundo lugar en el género de cuento

(Nivel de intermedios)

Lea era una niña normal que nació en 2008. Tenía algo de sobrepeso, pero esto nunca fue un problema de salud para ella. Amaba los dulces de cualquier tipo: chocolates, caramelos, paletas o todo lo que tuviera excesos de azúcares.

Su mamá le ponía dietas exageradamente extrañas. No le importaba si su hija era saludable, hermosa y perfecta tal como era; para ella nunca fue suficiente. 

Lea habitualmente comía sopas, pescado o cualquier dieta que veía su mamá por Internet. Todo lo que ella le preparaba era malo, no le gustaba, lo odiaba. Su mamá llegaba al grado de cerrar la puerta de la cocina con llave para que su hija no pudiera comer sin permiso o a una hora que no era la indicada. 

Lea, harta de todo esto, no pudo más, no quiso seguir más la dieta que su madre la OBLIGABA a hacer.

Aprovechó cuando su mamá dormía profundamente y agarró veinte pesos que se encontraban en la mesa. Sigilosamente abrió la puerta de su casa y se llevó las llaves. Llegó a la tienda e inmediatamente quiso saber los precios. 

–¿Cuánto por esos bombones? –preguntó al señor, con un tono muy alegre.

–Cuatro pesos por los bombones –le respondió él con poco interés.

–Bueno, deme unas... mmh... cinco bolitochas y unos bombones, por favor, señor –pidió, con ojos de encanto y una animada sonrisa.

El señor no se los entregó tan amablemente como ella esperaba, pero Lea tenía los dulces que deseaba con muchas ansias.

No pudo más y comió algunos de camino a casa. Cuando llegó abrió la puerta lo más silenciosa que pudo; de hecho, su objetivo lo había alcanzado con bastante éxito hasta el momento.

Fue a comer sus bolitochas a su cuarto. Al intentar hacer un truco con ellas, que consistía en lanzar y cachar con la boca, lo logró, pero no de la manera correcta: la golosina se atoró en su garganta. 

Lea no podía hablar, no podía gritar, ni mucho menos pedir ayuda. Estaba desesperada, no sabía qué hacer. En su angustia corrió rápidamente a la cocina por agua. Para su suerte, estaba cerrada con llave. Lo último que pudo hacer fue agarrar con las manos su garganta y toser. 

Cuando la madre despertó ya era tarde. ¡No lo podía creer: su hija, de apenas nueve años, en el piso, tirada!

Lea, 2008-2018.


Primer grado de secundaria