Concurso de Escritores 2022

Participación en el género de cuento

EL SEÑOR TAPIOCA Y SU AMIGO INTERESTELAR


Pedro Zazueta Sánchez

En un día muy caluroso, en la granja familiar Kira, estaba el viejo señor Tapioca, dueño del lugar y sabio consejero del alcalde del pueblo. Él se encontraba alimentando a su fiel compañero, un perro pastor alemán. Pero su corazón estuvo a nada de sufrir un infarto del susto que le dio un estruendo en las lejanías.

Dejó todo lo que estaba haciendo para salir corriendo a revisar qué había sucedido con sus cultivos.

Al llegar se llevó la sorpresa de que la parcela había desaparecido por completo, dejando detrás un cráter, en el cual encontró un objeto no muy grande, pero tampoco pequeño.

Del interior, de lo que parecía ser un avión de prueba militar con forma graciosa, emergió una diminuta criatura azulada que apenas alcanzaba a sobrepasar la mitad del cuerpo del señor Tapioca.

Intrigado ante su visitante, el anciano agarró un antiguo trinche para protegerse, mientras se acercaba a la cosa; con cada paso que daba, el hombre de canas notó que no era atacado. Acomodó sus lentes y se dio cuenta de que ese extraño ser agonizaba frente a él.

El señor Tapioca no podía permitirse dejar a la criatura morir, debido a que eso iría en contra de sus principios. Entonces, sin pensarlo mucho, cargó hasta su casa aquella cosa escuálida. Sacó un botiquín y la curó.

Pasaron horas sin que el extraño ser despertara. El anciano nunca se separó de su visitante, en parte por seguridad y en parte porque estaba preocupado. Incluso, pasó todo un día, y el perro se le unió a esperar a que la criatura se levantara. Tan buena fue su suerte que al final lo hizo.

Se despertó de golpe, muy asustada, pues estaba dentro de lo desconocido, con seres jamás vistos. Rápidamente le proporcionó un golpe al señor Tapioca, dejándolo inconsciente.

Una vez más, la cosa entró en pánico al percatarse de que había sido el hombre quien lo había cuidado todo ese tiempo. Corrió hacia él y lo atrapó antes de que cayera, para evitar que se golpeara. El perro estaba mirando en shock a su dueño, su mejor amigo y única familia que tenía, tirado en el suelo por una criatura rara.

Sin saber el contexto, el can, sintiéndose amenazado, atacó. Sin embargo, el debilitado anciano, que unos segundos antes había recuperado la conciencia, retuvo al animal y lo tranquilizó.

Luego de todo ese show, el viejo le preguntó al ser al que había ayudado si sabía dónde estaba. Viendo la fuerte negación, le informó que se encontraba en un planeta llamado Tierra, dentro de la galaxia de nombre Vía Láctea. El extraterrestre oía atento cómo el hombre le explicaba todo sobre su mundo y la manera como funcionaba.

En un receso del palabrerío del anciano, la criatura habló por primera vez y en español, con el poco conocimiento que había ganado escuchando al señor Tapioca. Ahora este atendía las contadas desventuras del alien, quien soltaba uno que otro dato interesante, como su idioma (que era un poco complicado, pero el hombre estaba seguro de que podría llegar a aprenderlo).

Fue entonces cuando el viejo preguntó a la criatura de dónde era. Esta le contestó que procedía de un mundo lejos de su galaxia. También le comentó que había tenido que huir porque su sol iba a explotar, entristecido por la gente que no pudo escapar.

El alien se acordó de dos cosas: la primera era agradecerle al anciano por todos sus cuidados, y la segunda, que su nombre era Wabi. El señor Tapioca respondió: “¡Un gusto conocerte, Wabi…! ¡Hasta pronto!”.

Cuando el extraterrestre estaba por salir de la casa, sus intestinos gruñeron. ¡El pobrecillo no había comido nada en toda una semana! Preocupado de dejar ir a Wabi en ese estado, el hombre arrastró a su nuevo amigo hasta la cocina. Abrieron el refrigerador y encontraron en el congelador una vanguardia culinaria italiano-estadounidense: una pizza de pepperoni. Sin perder tiempo, metieron su cena al microondas y esperaron cinco eternos minutos.

Ya que la pizza estaba lista, el anciano la sirvió para ambos y después dio croquetas al perro. Así, todos empezaron a comer. Wabi inmediatamente quedó enamorado de aquel manjar procesado, ya que nunca en su larga vida había probado algo similar. Comieron hasta no dejar migajas.

El señor Tapioca se sentía muy cómodo en compañía de su amigo y le pidió que lo esperara ahí para él ir a comprar herramientas con las cuales reparar su nave.

Pasó una hora y el viejo regresó a su casa para arreglar el transporte de Wabi.

Tristemente se despidieron, con una promesa de por medio: verse una vez al año, hasta que el señor Tapioca falleciera.

Segundo grado de secundaria

"Historia original y muy interesante".

Luis Francisco Álvarez Villa, integrante del Honorable Jurado Calificador