Antes de comentar la oración, hay que preparar una pequeña mesa, con un mantelito, vasos (uno para cada individuo reunido en asamblea) y una jarra de agua o una botella de vino. También se puede colocar, en un bol central, unas patatas fritas o unos frutos secos… algo para picar.
Durante el día de hoy hemos profundizado en el amor: en el amor que Jesús nos ha tenido. Cumpliendo la voluntad del Padre, nos hace a todos hermanos; y nos insta a lavarnos los pies los unos a los otros. Nos invita a sentarnos a la mesa de la Eucaristía para que reconozcamos su presencia real en medio de nosotros y en las personas que actúan en su nombre, aquellos a los que encomendó la tarea de perdonar pecados en su nombre.
Jesús es Dios, por eso es Amor infinito. Pero también es hombre. Por eso ahora tiene miedo. De alguna manera, sabe que está solo y que no puede evitar la que se le viene encima… por ser fiel, por ser obediente, por ser bueno, por ser lo que el Padre quiere que sea…
En este momento de oración estamos llamados a acompañarle en este momento de miedo. A lo mejor alguno de nosotros también pasa por un momento de miedo. Podemos acompañarnos mutuamente. Ser cristiano significa seguir a Jesús, hacer lo que hizo Él, fiarse, fiarnos…
Comenzamos la oración, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Salió y se encaminó, como de costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les dijo: «Orad, para no caer en tentación». Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra y, arrodillado, oraba diciendo: «Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya». Y se le apareció un ángel del cielo, que lo confortaba. En medio de su angustia, oraba con más intensidad. Y le entró un sudor que caía hasta el suelo como si fueran gotas espesas de sangre. Y, levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró dormidos por la tristeza, y les dijo: «¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en tentación».
"En medio de su angustia, oraba con más intensidad..."
Piensa en los momentos de angustia, de miedo, de incertidumbre que has tenido en tu vida… Jesús también los tuvo. Y cuando le pasaba, oraba con más intensidad.
Piensa en esas experiencias personales de soledad, de miedo, de agobio, de incertidumbre...
Observa que te ha pasado como a Jesús.
Has tenido miedo a realizar la voluntad del Padre. Miedo ante eso que te ofrece, a lo que te llama.
Jesús también sufrió, como tú. Jesús también tuvo miedo, como tú.
"Que no se haga mi voluntad sino la tuya..."
¿De verdad te crees esta frase? En tu vida, ¿haces lo que quieres? ¿lo que quiere Dios en ti?
¿Te ofreces a Dios sin reservas? ¿Qué miedos tienes? ¿Por qué te sientes solo a veces?
Pasado un tiempo de meditación, se escucha este canto, prestando atención a la letra.
Tras escuchar la canción, cada uno responde interiormente a las siguientes preguntas, puesto en las manos de Dios Padre, dispuesto a responder desde lo que Él nos pide, no desde lo que a cada uno de no nosotros nos parece:
En estos días de atrás hemos tenido oportunidad de observar personas que tratan con amor a otras personas: médicos, enfermeros, voluntarios, padres, hijos… ¿cuánto amor pones en lo que haces cada día?
Muchas de esas personas que actúan movidos por el amor seguramente no serán creyentes. Nosotros sabemos cuál es la fuente del amor: el amor por los demás no se agota si viene de Dios… ¿rezas para que no se te acabe el amor?
En estos días de confinamiento nos vemos obligados a compartir espacio y tiempo con nuestra familia… ¿eres consciente de que la gente con la que ahora mismo estás son tu prójimo más próximo?
El que lo desee, tras un rato de silencio, puede compartir sus respuestas a las preguntas anteriores o sus sentimientos en este momento.
Muy posiblemente, la asamblea que se reúne hoy no cuenta con un sacerdote. Es un buen momento para reconocer la falta que nos hace la presencia de sacerdotes en nuestra vida. Llevamos varias semanas sin salir de casa, sin poder comulgar, sin poder confesarnos…
Los sacerdotes son necesarios. Aprovechemos este momento para agradecerle a Dios la presencia de sacerdotes a nuestro alrededor y para pedirle que mueva corazones jóvenes que no tengan miedo de responder a esa vocación.
Vamos a terminar este momento de oración compartiendo la mesa. Cada uno tiene un vaso vacío enfrente y hay una jarra o una botella para compartir. También puede haber algo de comida. Se trata de que cada uno tome la jarra o la botella y sirva a otra persona: un poco de agua, un poco de vino, unas pocas patatas… es un símbolo que significa “te quiero, quiero cuidar de ti, quiero servirte…”
Cuando todos estén servidos, se termina la oración rezando, como hermanos, un Padrenuestro.