Hoy es Jueves Santo, y vamos a celebrar una eucaristía de las más bellas e intensas del año. Sin trasladarnos en el tiempo... "revivimos hoy" la primera eucaristía. Aquella en la que Jesús dejó claro que no nos iba a abandonar. Que siempre estaría con nosotros en algo tan sencillo como un pedazo de pan y un poco de vino. Y Jesús se queda en las personas de los sacerdotes. Hoy felicitamos a los sacerdotes que conocemos, porque gracias a ellos nos llegan los sacramentos y nos recuerdan que Jesús permanece entre nosotros.
Como nos han recordado por la mañana, hoy es el día amor fraterno. Al ofrecer el pan y el vino Jesús deja claro su significado: nos ama hasta dar la vida por nosotros. Y nos da un mandamiento: Amaos como yo os he amado, amaos como el Padre me ama.
Y por eso, también queremos celebrar el día del servicio. En esta eucaristía se hace un gesto que no se hace ningún otro día del año. El sacerdote lava los pies de la gente, tal y como Jesús hizo con sus discípulos (lo escucharemos en el evangelio de hoy). Pero también se puede ampliar el gesto y lavarnos los pies los unos a los otros. Es un gesto provocador y escandaloso. Es un gesto revolucionario: el amor se concreta en el servicio a los demás.
Las lecturas que vamos a escuchar o leer son tres.
La Primera lectura del libro de Éxodo, nos narra la fiesta de la Pascua judía, y la cena que cada año conmemoraba este acontecimiento. La Pascua judía nos habla de la huida de Egipto y la liberación de la esclavitud.
En la segunda lectura de la Primera carta a los Corintios, San Pablo cuenta la tradición que él ha recibido, y recuerda el gesto y las palabras de Jesús en la última cena: “Tomad y comed esto es mi cuerpo. Tomad y bebed: esta es mi sangre”. Esta herencia de Jesús sigue viva entre nosotros como el mejor tesoro.
Por fin, el Evangelio de Juan nos narra el lavatorio de los pies. Jesús se arrodilla para lavar los pies a sus discípulos. No es una escena teatral. Se trata de vivir el evangelio del servicio a los más pobres y pequeños. Es un texto precioso enmarcado todo en el amor hasta el extremo de Jesús, quien sabía que su vida venía de Dios y que hacia Dios se dirigía.
Al no haber sacerdote en casa y no poder, en estos días de confinamiento, celebrar en ninguna iglesia pública, nuestra celebración de hoy no podrá ser una eucaristía y no tendremos monumento. ¡Pero eso no nos impide orar con la Palabra de Dios de este día!
Pero antes hay que prepararse.
Fijamos la hora de la celebración.
Preparamos el espacio: una alfombra, una jarra con agua, una toalla y una palangana.
Decidimos quién va a leer las lecturas y si vamos a leer todas. No podemos quitar el evangelio, por supuesto.
Preparamos todos los materiales que vamos a necesitar (Ver los materiales de Familias)
Aquellos que lo deseéis podéis seguir la celebración de la eucaristía del jueves santo por streaming desde Mohernando, que celebrará Nando, nuestro nuevo inspector.
Nada más. Feliz día del amor fraterno.