Motivación
Creer en el Resucitado es resistirnos a aceptar que nuestra vida es solo un pequeño paréntesis entre dos inmensos vacíos.
Creemos que Dios está conduciendo hacia su verdadera plenitud el anhelo de vida, de justicia y de paz que se encierra en el corazón de la Humanidad y en la creación entera. Creer en el Resucitado es acercarnos con esperanza a tantas personas sin esperanza para darles esperanza.
Creer en el Resucitado es no resignarnos a que Dios sea para siempre un "Dios oculto" del que no podamos conocer su mirada, su ternura y sus abrazos. Lo encontraremos encarnado para siempre gloriosamente en Jesús.
Creer en el Resucitado es confiar en que nuestros esfuerzos por un mundo más humano y dichoso no se perderán en el vacío. Un día feliz, los últimos serán los primeros.
Creer en el Resucitado es esperar que las horas alegres y las experiencias amargas, las "huellas" que hemos dejado en las personas y en las cosas, lo que hemos construido o hemos disfrutado generosamente, quedará transfigurado. Ya no conoceremos la amistad que termina, la fiesta que se acaba ni la despedida que entristece. Dios será todo en todos.
(Fragmentos de javerianos.org/actualidad/actualidad-javeriana/622-creer-en-el-resucitado)
El primer día de la semana, muy temprano, todavía a oscuras, va María Magdalena al sepulcro y observa que la piedra está retirada del sepulcro. Entonces corre adonde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, el predilecto de Jesús, y les dice: —Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. Salió Pedro con el otro discípulo y se dirigieron al sepulcro. Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corría más que Pedro y llegó primero al sepulcro. Inclinándose vio los lienzos en el suelo, pero no entró. Después llegó Simón Pedro, detrás de él y entró en el sepulcro. Observó los lienzos en el suelo y el sudario que le había envuelto la cabeza no en el suelo con los lienzos, sino enrollado en lugar aparte. Entonces entró el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Hasta entonces no habían entendido las Escrituras, que había de resucitar de la muerte.
Te ofrecemos a continuación tres propuestas. No es necesario que lo uses todo. Utiliza lo que más te ayude en tu reflexión.
"Yo creo en tu resurrección" (Hermana Glenda)
Yo creo en tu resurrección porque puedo amar,
puedo reír, puedo abrazar mi mayor enemigo y mirarlo en Ti.
Yo creo en tu resurrección
porque tengo paz en el corazón,
porque puedo entregarme a pesar de todo este dolor
yo creo en tu resurrección porque soy feliz junto a Ti,
porque me amas tanto que hasta moriste por mí.
Yo creo en tu resurrección porque puedo amar
porque tengo tanto, tanto, tanto para entregar.
Yo creo que Tu, Señor vivirás en mí,
yo creo que tú, Señor vencerás en mí,
yo creo que Tú, Señor, morarás en mí,
para siempre, para siempre, Señor.
Yo creo en tu resurrección porque ni el dolor,
ni propio error, ninguna angustia
podrá separarme de tu amor
Yo creo en tu resurrección
porque todo lo puedo con tu amor
porque sé que cuidas de mi vida mejor que yo.
Yo creo en tu resurrección porque puedo amar
porque puedo entregarme a pesar de todo este dolor.
Yo creo en tu resurrección porque puedo amar
porque tengo tanto, tanto, tanto para entregar.
Yo creo en ti, Señor,
yo creo en la fuerza de tu vida
creo que donde abundó el pecado más sobreabundó la gracia.
Creo en la fuerza de tu pequeña semilla en nuestro corazón
que da el ciento por uno.
Creo que vives en nosotros.
Yo creo en ti, Señor.
Yo creo en tu resurrección porque puedo amar
porque puedo entregarme a pesar de todo este dolor.
Yo creo en tu resurrección porque puedo amar
porque tengo tanto, tanto, tanto para entregar.
Escucha la canción tranquilamente un par de veces. No viene mal que, según la escuchas, vayas leyendo la letra.
Haz una lista de motivos por los que la Hermana Glenda “cree en la resurrección de Jesús”.
¿Qué motivos compartes tú con ella? ¿Qué motivos necesitas trabajar porque no tienes asentados aún en tu vida?
¿Cuál es la principal “huella” del resucitado en nuestra vida? De otro modo, somos imagen de Dios por nuestra capacidad de Amar. ¿Desarrollas al máximo esta capacidad?
"You" (Rob bell)
En el primer siglo, por el año 30, empezó un movimiento hecho por un grupo de judíos, que insistían en que su rabino, un hombre llamado Jesús, de la región de Galilea, en Israel, había resucitado de la muerte, después de haber sido crucificado por el Imperio Romano. Decían que después de su resurrección lo habían visto y habían conversado con él, y habían comido con él. Y dijeron que él había ascendido al cielo y que algún día regresaría.
En ese tiempo, el mundo era gobernado por el Imperio Romano. Esa superpotencia mundial gigantesca, militar. De Inglaterra a la India, el Imperio Romano gobernaba el mundo. Y uno de los dioses más populares del Imperio Romano era el dios Mitra. Los seguidores de Mitra creían que Mitra había nacido de una virgen, que era un mediador entre Dios y los humanos, y que Mitra había ascendido al cielo. Otra religión popular de entonces se centraba en el dios Atis. Los seguidores de Atis creían que había nacido de una virgen. Y cada primavera se reunían para celebrar la resurrección de Atis. Lo que nos devuelve al Imperio Romano, que era gobernado por una sucesión de emperadores llamados “césares”. Cuando murió el primero, Julio César, apareció un cometa en el cielo, y la gente dijo: “Claro. Es Julio César, el hijo de Dios, ascendiendo a la mano derecha de los dioses en el cielo”. Poco después, el Hijo adoptivo de Julio César, César Augusto, llegó al poder. Y César Augusto creía que era el hijo de Dios, enviado por los dioses a la tierra para hacer un reino universal de paz y prosperidad. Uno de sus lemas de propaganda era: “No hay otro nombre bajo el cielo con que la gente pueda ser salvada, que el del César”. César inauguró una celebración de 12 días por su cumpleaños, llamada el Advenimiento del César. Otra frase popular de la época que la gente usaba para saludarse en la calle era decir: “César es el Señor”.
Entonces, en el primer siglo, decir que tu Dios había resucitado y ascendido al cielo no era algo único. La afirmación de esos primeros cristianos no era nada nuevo. Todos los dioses habían resucitado. ¿Qué hace tan especial al suyo? Esos primeros cristianos creían que la resurrección de Jesús tenía implicaciones para todo el universo. Su tradición les había enseñado que el mundo está destruido y necesita reparación urgente. Y que en el futuro, Dios iba a componerlo. Para ellos, esta futura restauración no tenía que ver con dejar este mundo. Se trataba de la restauración, la reivindicación y la renovación de este mundo. Vieron en la resurrección de Jesús el inicio de este movimiento mundial para recomponerlo.
Desde luego, esto creó un conflicto directo con el Imperio Romano. Porque recuerden, los césares tenían la creencia que César era quién hacía un mundo nuevo y mejor con su poder, con sus ejércitos y con su riqueza. Y cuando César quería enviar un mensaje para que todos supieran de su reciente conquista militar, o sus recientes logros, enviaba una declaración real diciendo a las masas sus logros recientes. En griego, la palabra para describir esas declaraciones era “eu-anguelon” (buena noticia). Un eu-anguelon era como un evangelio o una buena noticia.
Estos cristianos creían firmemente que el mundo no mejoraba con el poder militar y la coacción política. El evangelio que ellos vivían no tenía que ver con usar la fuerza política para obligar a la gente a vivir según sus leyes. Para ellos, ese evangelio significaba servir al mundo, especialmente a los que estaban en la parte más baja del Imperio. Para ellos se trataba de servir, no de gobernar. Así que tomaron el término de propaganda del Imperio, “evangelio”, y lo usaron para describir este nuevo mundo que Jesús y sus seguidores hacían debajo de las narices del Imperio.
Porque su manera de vivir, la manera de Jesús, era totalmente opuesta a la de Roma. Entonces, cuando leemos sobre cómo vivían, leemos que compartían sus posesiones, alimentaban a los hambrientos, y se ayudaban mutuamente con sus cargas. Es porque, para ellos, el Evangelio, era un modo de vida. Un nuevo mundo en medio de éste.
César tenía una palabra en especial para describir una ciudad, aldea o provincia que le adoraba a él, al César, como hijo de Dios, que reconocía al César como el Señor. César conquistaría con sus ejércitos una nueva tierra y exigiría que toda la gente dijera: “César es el Señor”. Si no lo hacían, eran crucificados para demostrar lo que pasaba si se rehusaba someterse al poder del Imperio. Pero si un grupo de personas lo hacía, una ciudad o aldea o región, reconocía y adoraba al César como hijo de Dios, si aceptaba al César como su salvador, su zona se convertía en un centro de adoración del César. En griego, estos centros de adoración se llaman “ekklesias”. La palabra “ekklesia” se traduce como iglesia.
Entonces, esos primeros cristianos tomaron este término de propaganda del Imperio, ekklesia, y lo usaron para describir sus reuniones, donde confesaban que Jesús era el Señor. Obviamente, la forma en que vivían y sus creencias les llevó… Ocasionó todo tipo de preguntas para los que los rodeaban.
¿En quién crees? ¿En César, quien cree que se está haciendo un mundo nuevo y mejor a través de su ejército cruel y su poder político, obligando a la gente a hacer lo que él dice? ¿O en Jesús, que te invita a hacer un mundo nuevo y mejor con actos amorosos de compasión y generosidad? ¿César, que mató a Jesús en la estaca de la ejecución, o Dios, que resucitó a Jesús de entre los muertos? ¿Qué modo creen que es mejor? ¿Quién creen que es el Señor? ¿Jesús o César? ¿Qué reino les parece más convincente?
Para ellos, el Evangelio era una invitación para un nuevo modo de vida. Y vivieron de ese modo porque tenían un entendimiento profundamente místico de lo que hacían con sus vidas. Se llamaban a sí mismos el CUERPO DE CRISTO. Y creían que, en sus comunidades, en esas comunidades de amor, compasión, generosidad, paz…, creían que Jesús estaba presente de manera más profunda que las palabras. Invitaban a gente a unirse, a comer con ellos, a celebrar con ellos, a sufrir con ellos. Y les preguntaban… Después de ver comer al hambriento, de ser amado el solitario y honrado el pobre, preguntaban a la gente: “¿Está Jesús aquí?”. O más específicamente: “¿Quién crees que es el Señor? ¿Quién hace un mundo mejor? ¿César o Jesús?”. Creían que la Iglesia era una demostración palpable de un nuevo mundo que Dios hacía aquí, ahora.
Porque algunas personas son implacables con la realidad, ¿no? No necesitan afirmar que ellos tienen razón y que todos los demás están equivocados porque algo tan poderoso les ocurre por dentro, tan tangible, que no puedes evitar hacerles preguntas. Mueres por saber por qué son como son. Quieres que te expliquen la razón de su esperanza interior. Porque cuando estás con gente así, presientes que, en alguna forma, has estado con Jesús. Y esa es la Iglesia. Este grupo de personas quienes, por su compasión, su generosidad, la gracia que entregan a otros, te encuentras creyendo, estando cerca de ellos, que Dios no se ha dado por vencido, que no ha abandonado al mundo. Eso es el Evangelio. Eso es.
El Evangelio es la buena noticia de que Dios no ha perdido las esperanzas por el mundo, que la tumba está vacía y que un gran rescate de resurrección está en camino, y que tú y yo podemos ser parte de él. Entonces, sí, esto tiene una dimensión personal profunda. Jesús me está salvando a mí. Me está salvando de mis pecados, de mis errores, de mi orgullo, de mi indiferencia al sufrimiento del mundo que me rodea, de mi cinismo y mi desesperación. El mundo fracturado que me rodea es igual que mi propia alma. Entonces me está rescatando momento a momento, día tras día, porque Dios quiere componerlo. A ti, a mí, a todo el mundo. Y empieza dentro de nosotros, a través de nuestro conocimiento de que necesitamos ayuda, de que necesitamos salvación, que necesitamos ser rescatados. Y empieza a mostrarnos, paso por paso, cómo es poner CARNE Y SANGRE a este Evangelio. Porque a todos nos hace falta, y eso es lo más hermoso. Personas imperfectas, vulnerables, como tú y como yo, somos invitados a ser las manos y los pies de un Jesús que nos ama exactamente como somos, y a la vez nos ama tanto que no permite que nos quedemos así.
Creo porque veo. Veo la resurrección a mi alrededor. Si la gente sólo tuviera tu vida y le hicieran la pregunta: “¿Ha resucitado Jesús de entre los muertos?”. ¿Qué contestarían? ¿Resucitó? Que tú seas un sí a la pregunta: “¿Ha resucitado Jesús de entre los muertos?” Y que algún día puedas ver, puedas entender, que tú eres la buena noticia. Tú eres el Evangelio.
El vídeo lanza varias preguntas, y muchas dirigidas a ti. Respóndetelas interiormente.
“Para ellos, el Evangelio era una invitación para un nuevo modo de vida. Y vivieron de ese modo porque tenían un entendimiento profundamente místico de lo que hacían con sus vidas. Se llamaban a sí mismos el CUERPO DE CRISTO. Y creían que, en sus comunidades, en esas comunidades de amor, compasión, generosidad, paz…, creían que Jesús estaba presente de manera más profunda que las palabras”. “¿En quién crees? ¿En César, quien cree que se está haciendo un mundo nuevo y mejor a través de su ejército cruel y su poder político, obligando a la gente a hacer lo que él dice? ¿O en Jesús, que te invita a hacer un mundo nuevo y mejor con actos amorosos de compasión y generosidad?”. OJO. Intenta responder no con la lógica, sino con tu vida.
El Evangelio es la buena noticia de que Dios no ha perdido las esperanzas por el mundo, que la tumba está vacía y que un gran rescate de resurrección está en camino, y que tú y yo podemos ser parte de él. Entonces, sí, esto tiene una dimensión personal profunda. Jesús me está salvando a mí. Me está salvando de mis pecados, de mis errores, de mi orgullo, de mi indiferencia al sufrimiento del mundo que me rodea, de mi cinismo y mi desesperación.
Creo porque veo. Veo la resurrección a mi alrededor. Si la gente sólo tuviera tu vida y le hicieran la pregunta: “¿Ha resucitado Jesús de entre los muertos?” ¿Qué contestarían? ¿Resucitó? Que tú seas un sí a la pregunta: “¿Ha resucitado Jesús de entre los muertos?” Y que algún día puedas ver, puedas entender, que tú eres la buena noticia. Tú eres el Evangelio.
"Querida 'yo' dentro de unos meses"
Vídeo de 5 minutos (algo más), donde una chica se hace reflexiones de cómo será su vida después del confinamiento del coronavirus.
Te invito a verlo despacio, detenidamente, dos o tres veces. Deja que te toque el corazón.
Y escribe luego tu propia CARTA A TI MISMO. Cuando vuelvas a la VIDA NORMAL, ¿qué vas a cambiar en tu vida?