Material para las familias


Domingo de Pascua

Orar en familia en la mañana de Pascua

Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
Juan 11, 25

Señor, hoy es el día más alegre del año para los que queremos ser tus seguidores. Tu divinidad, que escondías en tu pasión, se nos manifiesta hoy en el triunfo de la Luz sobre las tinieblas. Tú eres la Luz del mundo, la sal de la tierra.

Tú nos has enseñado estos días lo que es el Amor, con Mayúsculas. Te has rebajado a lavar los pies a tus discípulos, como el último de los servidores, para que aprendamos que sólo si nos despojamos de nuestra comodidad, de nuestros egoísmos, si pensamos en nuestros hermanos antes que en nosotros mismos, podremos mirar a nuestro prójimo con tus ojos, con el amor con el que los miras Tú…..

Nos has enseñado, con tu Pasión y Muerte lo que es el sufrimiento, aceptado con Amor y total confianza en el Padre. Estos días muchos hermanos nuestros están llevando tu Cruz. Son tus cirineos: La Cruz de la enfermedad, de la muerte de seres queridos a los que no han podido acompañar en sus horas finales ni despedirse de ellos, la cruz de tanta gente que se ve privada de su dignidad como personas, la Cruz de la falta de trabajo, del miedo y de la incertidumbre por el futuro. La Cruz de un desastre mundial de este calibre vivido en los países más pobres, privados de todo.

Pero nada de esto Señor debe paralizarme, porque Tú me has hecho resucitar a un hombre y mujer nuevos, y me siento en tus manos; manos que saben dónde van, manos que sienten lo que vivo, manos que acogen sin juzgar. El encuentro contigo, Señor resucitado, disipa mis miedos, ese miedo que me paraliza y me repliega sobre mí mismo, mis excusas para seguirte más comprometido. Abre ventanas e ilumina mi vida, y me trae paz. A tu lado nada temo.

Señor, en éste día de fiesta y de alegría, te queremos dar gracias por esta nueva oportunidad que nos das para que nuestra vida sea plena. Ponme a tu servicio, Señor, hazme partícipe de tu misión, envíame sin temor, que estoy dispuesto. Envíame, a los míos y a los otros, a los cercanos y a los extraños. Envíame, con tantos otros que, cada día, convierten el mundo en milagro.