Metas del Objetivo 4
La educación es considerada por la Iglesia y por la Orden como una plataforma fundamental y privilegiada de evangelización y, también, como un medio imprescindible para garantizar, dentro del pluralismo cultural, la presencia del pensamiento Cristiano. Por esta razón, si queremos ser fieles a las esperanzas de la Sociedad, de la Iglesia y de la Orden, no podemos ni debemos renunciar a tan significativa y urgente labor de nuestras Instituciones educativas.
La educación que se imparte en nuestros Centros educativos se inscribe en un contexto histórico y cultural cambiante y, por lo mismo, lleno de grandes e ineludibles desafíos. Esta realidad nos interpela constantemente y, a la vez, nos conduce a clarificar y precisar mejor la visión antropológica y pedagógica franciscana, la participación de los Agentes de la educación y las mediaciones que se deben utilizar en la consecución de las metas propuestas.
El horizonte cultural, en este cambio de época, está caracterizado, principalmente, por los fenómenos de la globalización, del urbanismo, de las nuevas relaciones familiares y sociales y por la gestación y afirmación de una nueva ética. Un mundo en donde la diversidad y la pluralidad cultural, étnica, política, económica y religiosa se han transformado en un espacio vital de encuentro, de convivencia y de diálogo ecuménico e interreligioso, teniendo como base el mutuo respeto y el compromiso por construir una sociedad más justa y solidaria.
Dentro de este contexto cultural, las Instituciones educativas franciscanas están invitadas a desarrollar una visión antropológica que se inspire en el rico patrimonio teológico, filosófico y místico de la espiritualidad franciscana, complementada por las aportaciones actuales de la antropología física y cultural. Desde esta perspectiva, la persona se revela como un núcleo de relaciones con la naturaleza, con los seres humanos, con Dios y consigo misma, como un ser único e irrepetible en su esencia y existencia, como una unidad integral de múltiples dimensiones y como un ser histórico que se construye en un marco Id y Enseñad - directrices generales para la Educación Franciscana 4 de libertad y responsabilidad. Estas características ponen, también, de manifiesto la necesidad imperiosa de contar con unas orientaciones pedagógicas y una líneas de acción programáticas que posibiliten la realización de los valores humanos, cristianos y franciscanos en las diversas dimensiones: físicas, síquicas, sociales y espirituales de la persona.
En esta tarea educativa intervienen diversos agentes o sujetos con unos roles y funciones muy bien diferenciados y, al mismo tiempo, complementarios. La educación sería casi imposible sin el protagonismo de los educandos, el acompañamiento personalizado de los docentes religiosos y laicos, la sabia dirección del personal administrativo, la generosa colaboración del personal de los servicios generales, la participación activa de la familia, el aporte de los ex-alumnos y el apoyo pastoral y jurídico de la Entidad a la que pertenecen nuestras Instituciones educativas. Cada uno de ellos está invitado a poner sus mejores aspiraciones y sueños, su creatividad, su trabajo y profesionalidad para consolidar la visión cristiana y franciscana del hombre. La visión antropológica franciscana y las acciones de los agentes de la educación quedarían en simples enunciados o en prácticas aisladas si no se contara con unas mediaciones apropiadas que les den sentido y unidad. Por esta razón, es necesario que cada Centro de educación franciscana elabore un Proyecto educativo institucional, promueva la formación permanente del personal docente, administrativo y de servicios generales y posea unas adecuadas estructuras de animación de la Pastoral, teniendo como punto de referencia los valores del evangelio vividos y propuestos por el Carisma franciscano. (Id y Enseñad, p. 3).