Metas del Objetivo 2
La formación permanente de los educadores es uno de los servicios más importantes que pueden ofrecer los Centros educativos. Una formación que les ayude a profundizar la visión cristiana y franciscana del mundo y de la cultura y a adquirir una pedagogía coherente con los principios evangélicos y franciscanos, privilegiando la reflexión, la creatividad y la colaboración. En este proceso formativo, además, es de sumo valor el desarrollo humano de los educadores, especialmente en los aspectos psicológicos de su personalidad, en el conocimiento de sí mismo, en el sentido de pertenencia a la Institución educativa y en la planificación, desarrollo, monitoreo y mejoramiento de sus propias enseñanzas. Es muy conveniente y oportuno, además, que se fortalezcan algunos principios básicos como: la autonomía que permita actuar con criterios propios; la profesionalidad, a ser desarrollada con solvencia científica y técnica; la eficiencia para la consecución de los objetivos; la coherencia e integración en la articulación de los objetivos y las decisiones; y la evaluación realizada con criterios de calidad. (Id y Enseñad, p. 52).