La educación socioemocional, inteligencia emocional, inteligencias personales, o de más términos que hacen alusión a la gestión de las emociones en el ser humano. En realidad será un concepto que, si bien se menciona mucho, ¿será pasajero? ¿una moda? o ¿en realidad es un aspecto del ser humano que cada día se comprueba que es de suma importancia para los aprendizajes de cualquier tipo? y no me refiero a comprobaciones “románticas y poéticas”, que, dicho sea de paso, también aportan y mucho. Sino a que el estudio del aspecto socioemocional en el ser humano, en la actualidad está plenamente sustentado. Pero más que hablar exhaustivamente de los enfoques, (que nos son pocos) que se han dedicado a estudiar este aspecto, como: el biológico con el mismo Darwin, quien afirma que las emociones son producto de la evolución, el neurológico, que es claro en explicar cómo una emoción pone en marcha todo un sistema neuroanatómico y funcional, que va del tálamo, corteza cerebral, hasta las vísceras y músculos; el psicoanálisis, que si bien, se ocupa más de explorar el cómo la infancia impacta la vida afectiva de un adulto, su interés aporta a la vida emocional del ser humano desde sus primeras figuras significativas (las parentales), hasta el paradigma conductista nos abona al aprendizaje de las emociones como estímulos y respuestas, es que surgen entonces las preguntas: ¿Por qué seguir relegando este aprendizaje a la casualidad suerte, azar, fortuna, destino, etc.? ¿cómo podemos exaltarla y enseñarla? La respuesta posiblemente podemos encontrarla en dos fuentes principales:
Las familias, por un lado; quienes, como guías y modelos principales de conducta de los hijos, debemos entrar en un momento de autorreflexión sobre el tema y por ende comenzar nosotros mismos un paso de aprendizaje, reaprendizaje o hasta des-aprendizaje (de las malas informaciones) del tema, para dar entrada a la vivencia de la inteligencia emocional en nuestro día a día, convirtiéndolo es una filosofía de vida y una herramienta asertiva para afrontar los conflictos de la vida diaria y que esto a la par, lo perciban nuestros pequeños, lo acomoden y asimilen en sus propios aprendizajes infantiles y adolescentes.
Nos encontramos en un momento de transición histórico, pues todavía hace unos cuantos años, pensar en el concepto de la “educación socioemocional” resultaba para muchos por lo menos ocioso, sino es que hasta absurdo. Hoy día nuestros niños están teniendo esta maravillosa oportunidad que muchos hubiéramos querido tener de estudiantes, cuando en las escuelas se privilegiaba por sobre todo, los saberes académicos, más estrictamente hablando, español y matemáticas. Muchos de los que carecimos de esta oportunidad de aprender sobre la gestión de las emociones, lo hemos tenido que hacer a veces no de las mejores formas, eso, sí pensamos en un panorama optimista, porque si indagamos aún más, nos encontramos con adultos abordando sus conflictos sin ningún tipo de inteligencia emocional, incluso de formas hostiles y agresivas, lo que, en síntesis, no los resuelve y más aún, el mundo, no necesita más violencia.
En segundo lugar y no por ello menos importante, en las escuelas del siglo XXI, las verdaderamente comprometidas a asumir los cambios y la necesidad de contribuir en formar personas con una sólida inteligencia emocional, más que seguir generando oleadas de niños, adolescentes y jóvenes solamente instruidos en los tradicionales saberes lingüísticos y matemáticos, que además, en la llamada “sociedad del conocimiento”, es claro que pondrán adquirir por muchos otros medios digitales en el momento que ellos quieran.
La educación de las emociones es algo que sin duda se puede aprender y que entre más pequeños se empiece con esto, será algo vivido de forma más natural y armónica, pero como adultos, seas padre, madre, tía, tío, abuela, maestra, profesor, etc. debe de existir un convencimiento de ello, para que lo podamos transmitir a nuestros niños desde el rol y posición que tenemos, que nos toca, desde ese lugar que ocupemos, todos somos co-responsables de la enseñanza de la educación socioemocional y de ello se deriva la esperanza de que estas nuevas generaciones, serán seres que tendrán una inteligencia emocional mucho mejor que la de las generaciones actuales.
Entonces, no, no será solo una “moda pasajera”, pues el resultado está en que quienes tengan acceso a la educación de este aspecto, serán personas con una autoestima sana, capaces de responder a las necesidades del mundo donde las fronteras están cayendo, para dar paso primero, a una comunidad solidaria, a un México más justo y a un planeta menos individualista, más social, en donde caben todas las creencias, posturas, ideologías, orientaciones, diferencias, en donde todos somos primero seres humanos, los verdaderos ciudadanos del mundo.
Aquí les dejo unas sugerencias básicas, pero primordiales, para que en casa comiencen o refuercen en familia la educación socioemocional:
Conciencia emocional: Enseña (no solo con palabras sino con el ejemplo) a ponerle nombre a tus diferentes estados de ánimo, este es el primer paso para una adecuada gestión de las emociones. Esta conciencia emocional incluye que sepan diferenciar e identificar los cambios fisiológicos que se activan con cada emoción, por ejemplo: ante el enojo, nuestro organismo entra en un estado de “emergencia” que activa el sistema nervioso y prepara a nuestro cuerpo para una confrontación, estos cambios corporales incluyen una aceleración de nuestra respiración, lo que a su vez activa un ritmo cardíaco más rápido, esto aumenta la presión arterial, comenzamos a sudar, ponernos rojos y además hay cambios en la expresión facial, como fruncir el ceño, mostrar los dientes, etc. Finalmente hay más energía y fuerza en nuestro cuerpo, la cual si no es asertivamente canalizada, desencadena en violencia física. Toda esta respuesta fisiológica ante la emoción de la ira, es de suma importancia conocerla para poder identificarla, ponerle nombre y lograr canalizarla adecuadamente, esto es conciencia emocional y esto se aplica para cada emoción básica.
Regulación emocional: una vez que sabemos identificar cada emoción, tenemos posibilidad de controlarla antes de que ella nos controle a nosotros. Esta gestión emocional requiere de aprendizaje y moldeamiento, lo cual obtenemos de nuestras figuras de referencia principales: los padres. Es decir que si nuestro hijo ve que cuando nos enojamos, lanzamos un insulto o golpe, ellos harán exactamente lo mismo en su escuela; de igual forma si observan que cuando estamos molestos, nos alejamos, nos tomamos un tiempo a solas para calmarnos y lo luego lo hablamos, pues están aprendiendo cual es la forma para “sacar” la ira. Así que en este punto lo que más impacta es el ejemplo que los niños y adolescentes estén vivenciando. ¿Entonces se deben reprimir las emociones? de ninguna manera, esto sería dañino para nuestro organismo, pero si debemos expresarlas de forma socialmente aceptadas, es decir que no dañen o lastimen a terceros.
Existen 3 posibilidades para canalizar una emoción:
Suprimiéndola: “explotar hacia nuestro interior”, lo cual impactaría en la salud física.
Expresarla explosivamente y sin control: la que además de que se asocia a problemas de salud física, se traduce en dificultades sociales para relacionarse con otros.
Expresarla asertivamente: por medio del diálogo, poner límites a los otros y a sí mismo, generando un aprendizaje, forma en la que se mejora la calidad de los vínculos sociales y se disminuye el impacto a la salud física.
Por lo que la siguiente sugerencia es:
Empatía y habilidades sociales: “Sí yo se identificar cuando estoy enojado, puedo entender cuando otro lo está”. Es fundamental que nuestros niños y adolescentes comprendan que así como ellos tienen emociones, los otros también y que en este sentido sepan escuchar, ponerse en el lugar del otro para saber cómo actuar asertivamente. Ejemplo: cuando ven que su amigo se empieza a enojar en un intercambio de bromas, “debo parar”, no sería empático burlarse, señalar, seguirle diciendo cosas, por el contrario, debería entender que es un momento para guardar silencio e incluso alejarse si es necesario para dar tiempo a que su amigo se controle y luego de ello cuando sea prudente, dialogar, escuchar.
Comencemos con estas tres tareas de educación socioemocional y veremos cómo el entorno, el clima escolar y la convivencia va cambiando positivamente.
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Psic. Alejandra Morales Arroyo