40 aniversario

1979-2019

Comida de conmemoración del 40 aniversario del IES Pablo Gargallo para el 9 de noviembre de 2019. Más información aquí.


Me acuerdo de…

por Rodolfo Notivol

Me acuerdo de que aquel fue un tiempo confuso y un tanto turbulento para mí.

Me acuerdo de que el día que entré en el instituto por primera vez me sentí como un marciano recién aterrizado en la Tierra.

Me acuerdo de que venía de un colegio de ocho mil alumnos y de que en el instituto, con solo setecientos, todo me pareció muy pequeño.

Me acuerdo de que una parte importante de aquellos setecientos alumnos venían, como yo, huyendo de aquel colegio.

Me acuerdo de que el resto de los alumnos nos llamaban «los del Silos».

Me acuerdo de que llegué al instituto porque en aquel colegio no me dejaron matricularme.

Me acuerdo de que no me dejaron matricularme porque había participado en una manifestación a favor la enseñanza pública.

Me acuerdo de que, como en los mejores tiempos de la Gestapo, el director de aquel colegio envió a algunos de sus empleados a que fotografiaran a los que participábamos en aquella manifestación.

Me acuerdo de que el director de aquel colegio era canónigo del Pilar y presumía de ser capitán capellán del ejército de Franco.

Me acuerdo de las bofetadas que nos daba a la menor ocasión.

Me acuerdo de que aquel colegio pertenecía al Arzobispado.

Me acuerdo de que aquel colegio estaba subvencionado al 100%.

Me acuerdo de que con las tasas que nos cobraban por material escolar recaudaban otros sesenta millones de pesetas al año que nadie sabía dónde iban a parar.

Me acuerdo de que en aquel colegio las chicas y los chicos estábamos separados por puertas metálicas, vallas y candados.

Me acuerdo de que, a veces, saltábamos las puertas o rompíamos los candados.

Me acuerdo de que en aquel colegio había piscina y campo de fútbol y frontón y cine.

Me acuerdo de que en el instituto no había nada de todo eso, pero tampoco había puertas cerradas ni bofetadas y las cuentas estaban claras y todo era nuevo y distinto y más libre y no olía a rancio.

Me acuerdo de que aquí nunca nadie nos puso la mano encima.

Me acuerdo de que aquí no tenía que asistir obligatoriamente a misa cada miércoles ni oír mítines a favor de Franco cada mañana a través de la megafonía del colegio.

Me acuerdo de que entonces nos referíamos al instituto como el mixto 9, La Granja.

Me acuerdo de los pupitres nuevos e individuales, de las paredes recién pintadas, de las puertas limpias e inmaculadas.

Me acuerdo de que aquí todo era tan nuevo que muchas cosas ocurrían para mí por primera vez.

Me acuerdo de que aquí por primera vez tuteé a un profesor.

Me acuerdo de que una mañana en que fuimos toda la clase a visitar el museo Camón Aznar.

Me acuerdo de que luego el profesor nos propuso a unos cuantos ir a comer juntos.

Me acuerdo de que el restaurante se llamaba La Trattoria y de que fue la primera vez en que muchos probamos la pizza.

Me acuerdo de que en el instituto, por primera vez, supe lo que era un intercambio escolar.

Me acuerdo de que el intercambio fue con un grupo de estudiantes franceses.

Me acuerdo de los nervios y expectativas que aquello provocó en nosotros.

Me acuerdo de que aquella visita era como si de repente el mundo entero viniera a examinarnos.

Me acuerdo de una estudiante francesa.

Me acuerdo de que no me hizo ni caso.

Me acuerdo de que José Luis Esteban ya quería ser actor.

Me acuerdo de que le admiraba por tener tan clara su vocación.

Me acuerdo de que yo primero quise hacer Psicología, luego Historia, más tarde Filología y acabé haciendo Derecho.

Me acuerdo de que a José Luis su chica francesa sí le hizo caso.

Me acuerdo de que me dije: «es lo que tienen los actores».

Me acuerdo de que visto desde las vías del tren el instituto parecía un oasis en medio de un desierto de solares y descampados.

Me acuerdo de que no existían ni el parque de La Granja, ni las piscinas de La Granja, ni el pabellón Principe Felipe, ni la avenida Cesáreo Alierta.

Me acuerdo de que desde mi casa el camino más corto para llegar al instituto era atravesar esos descampados.

Me acuerdo del barro en los zapatos en invierno y de cruzar la pasarela que había sobre las vías.

Me acuerdo de que eso no pasó tantas veces como debía haber pasado porque falté mucho a clase.

Me acuerdo de que solo hacía cuatro años que Franco había muerto.

Me acuerdo de que el Presidente del Gobierno era Adolfo Suárez.

Me acuerdo de que aquel año se celebraron las segundas elecciones democráticas en España, pero yo solo tenía diecisiete años y me dio rabia no poder votar por tan poco tiempo.

Me acuerdo de que hubo elecciones municipales por primera vez y de que en Zaragoza ganó la izquierda de forma apabullante y de que la gente salió a las calles a celebrarlo.

Me acuerdo de que aún no existían las Comunidades Autónomas.

Me acuerdo de que la política estaba muy presente en nuestras vidas a pesar de que solo teníamos diecisiete años.

Me acuerdo de que nadie sabía cómo iba a acabar todo aquello que llamaban «Transición».

Me acuerdo del miedo de nuestros padres por lo que pudiera pasar.

Me acuerdo de que ETA y el GRAPO seguían matando casi a diario y de que el Batallón Vasco Español y la Triple A les contestaban con más asesinatos.

Me acuerdo de los bates de beisbol y los puños americanos que llevaban los Guerrilleros de Cristo Rey y las gentes de Fuerza Nueva para reventar manifestaciones.

Me acuerdo de la tensión de vivir con la amenaza constante de un golpe de estado.

Me acuerdo de las reuniones y asambleas en el vestíbulo del instituto.

Me acuerdo de que éramos tan ingenuos que queríamos cambiar el mundo con canciones y poemas.

Me acuerdo de que cantábamos canciones de Claudina y Alberto Gambino que a su vez cantaban canciones de George Brassens.

Me acuerdo de que una de aquellas canciones hablaba de los amoríos de un gorila virgen con un juez inmoral.

Me acuerdo de que otra de las canciones que cantábamos era Volver a los diecisiete, de Violeta Parra, y pienso que eso es un poco lo que yo estoy haciendo ahora.

Me acuerdo de que nos gustaban mucho los cantautores, pero también los grupos de rock duro tipo Led Zeppelin.

Me acuerdo de que acababa de nacer el punk.

Me acuerdo de que mis punks favoritos eran The Clash.

Me acuerdo de que en las calles de Zaragoza todavía no se veían punks.

Me acuerdo de que las cosas pasaban muy deprisa, pero a nosotros nos agobiaba la sensación de ir siempre más lentos que el resto del mundo.

Me acuerdo de que nadie tenía ordenador, ni internet, ni móviles, ni tablets y éramos capaces de sobrevivir.

Me acuerdo de que las únicas personas de otra raza que veíamos por la calle eran los soldados afroamericanos de la base americana que iban por los bares de la calle López Allué.

Me acuerdo de que entonces nadie los llamaba afroamericanos.

Me acuerdo de que queríamos que cerraran la base americana.

Me acuerdo de que íbamos mucho al cine.

Me acuerdo de que estaban de moda las películas sobre la guerra de Vietnam.

Me acuerdo de ver Apocalypse now en el cine Paris.

Me acuerdo también de El cazador y de Alien, el octavo pasajero.

Me acuerdo de llegar a casa y encontrar a mi hermana viendo Barrio sésamo por primera vez.

Me acuerdo de que el Zaragoza acababa de ascender.

Me acuerdo de que ese año me hice socio y hasta ahora.

Me acuerdo de que lo entrenaba un yugoslavo (entonces aún existía Yugoslavia) que se llamaba Bujadin Boskov.

Me acuerdo de que íbamos mucho a las discotecas.

Me acuerdo de que no me gustaba nada ir.

Me acuerdo de que la ciudad estaba llena de ellas.

Me acuerdo de algunos de sus nombres: Parsifal, Papagayo, Liverpool, Zum-Zum…

Me acuerdo de que Zum-Zum estaba junto al Puente de los Gitanos y de que era un lugar peligroso donde solían brillar las navajas.

Me acuerdo de que ya existía la zona de El Rollo.

Me acuerdo de que en algunos bares de la zona de El Rollo servían absenta.

Me acuerdo de que nos creíamos muy glamurosos al beberla porque decían que en Francia estaba prohibida.

Me acuerdo de que algunos amigos quedaron atrapados en las drogas.

Me acuerdo de que algunos murieron.

Me acuerdo de que tomé una buena decisión: alejarme de ellas todo lo posible.

Me acuerdo de las fiestas que se celebraban en la Facultad de Veterinaria, allá en mi barrio de Montemolín.

Me acuerdo de ver chicas en mi clase.

Me acuerdo del terror que me produjo ver chicas en mi clase.

Me acuerdo del terror que me produjo ver chicas en mi clase porque era la primera vez en mi vida (y tenía diecisiete años) que veía chicas en mi clase.

Me acuerdo de que eso, que las chicas y los chicos no compartieran clase, era lo normal en este país en aquel tiempo.

Me acuerdo de que en clase estaba más pendiente de lo que las chicas pensaran de mí que de lo que decían los profesores.

Me acuerdo de un trabajo estupendo que hice con unos compañeros sobre la novela Tiempo de silencio.

Me acuerdo de que mientras hacíamos aquel trabajo llegó la noticia de la muerte de Félix Rodríguez de la Fuente.

Me acuerdo de que aquel trabajo era tan bueno que la profesora de literatura se empeñó en que lo habíamos copiado y nos suspendió.

Me acuerdo de que le guardé rencor algún tiempo.

Me acuerdo de que luego comprendí que ellos, los profesores, pobres, también pueden equivocarse.

Me acuerdo de que vine al instituto solo para hacer el curso preuniversitario que entonces se llamaba COU.

Me acuerdo de que finalmente estuve matriculado dos cursos.

Me acuerdo de que en esos dos cursos solo fui capaz de aprobar dos asignaturas, una por curso. Y me acuerdo de ello con vergüenza porque solo fue culpa mía.

Me acuerdo de que a mediados del segundo curso tomé una mala decisión: irme a hacer el servicio militar.

Me acuerdo de lo que echaba de menos el instituto estando en el cuartel.

Me acuerdo de que, mientras yo estaba en el cuartel cuando debía estar en el instituto, un teniente coronel entró en el Congreso de los Diputados.

Me acuerdo de que hace unos días pensaba que esa época de mi vida tiene una novela y que no tardando mucho he de ponerme a escribirla.

Me acuerdo de que el mundo, se diga lo que se diga y os cuenten lo que os cuenten, era más feo y peor entonces. Salvo por una cosa: que yo solo tenía diecisiete años.