De ese modo, vivimos dos veces el mismo hecho: cuando lo vivimos y cuando lo contamos. A menudo pasa que, en la realidad, hemos representado papeles secundarios en un suceso; al contrario, sin embargo nos reservamos el papel de protagonista (aunque sólo sea porque lo hemos contado desde nuestra perspectiva). La realidad nos pone en nuestro sitio; luego, nosotros, por medio de la narración, ponemos a la realidad en el suyo. El mendigo deviene en príncipe, la realidad se rinde ante el deseo, la vida se confunde por un instante con el sueño.