La contaminación de las aguas por nitratos de origen agrario nos enfrenta a un reto vital que afecta a nuestra salud, en especial a la de las personas más jóvenes y embarazadas, así como a la de los ecosistemas de los que dependemos. Si se superan determinadas concentraciones de nitratos, los nitritos derivados de su descomposición pueden ser cancerígenos. A esto se añade que, en el medio acuático natural, los nitratos favorecen el crecimiento descontrolado de algas y plantas acuáticas, generando un excesivo depósito de materia orgánica en ríos, embalses, lagos y humedales. Un problema que provoca la eutrofización de las aguas que puede llegar a generar la asfixia de los seres vivos, como ya ha ocurrido en el Mar Menor.
La mala salud de nuestros ecosistemas acuáticos y acuíferos es una muestra muy preocupante del alcance de esta amenaza. Con los últimos datos disponibles de 2021 recogidos en los Planes Hidrológicos de demarcación, sabemos que el 42 % de los ríos y humedales y el 46 % de los acuíferos no alcanzan el buen estado global, de acuerdo a las exigencias de la Directiva Marco del Agua. Estos resultados son consecuencia de los efectos acumulados del uso inadecuado de productos inorgánicos y orgánicos usados como fertilizantes en la producción agrícola durante décadas, exacerbados por la multiplicación creciente de la cabaña ganadera industrial, en especial de porcino y avícola, y la producción masiva de purines que acaban en tierras y acuíferos.
Esto se refleja claramente en la evaluación de los indicadores ligados al estado químico de las masas de agua. De hecho, uno de cada tres acuíferos y uno de cada diez tramos fluviales y zonas húmedas están en mal estado químico, en la mayoría de casos por unos altos niveles de nitratos. A pesar de ello, los Programas de Medidas de los planes hidrológicos del segundo ciclo de planificación solo incluían 370 medidas de las 11 216 totales previstas para hacer frente a los problemas de contaminación difusa ligados a la actividad agraria. Esto suponía el 3 % de todas las acciones planificadas, y una inversión en torno a los 1 000 millones de euros de los más de 23 000 previstos durante el periodo 2016-2021. Estas acciones, de forma mayoritaria, se centran en la prevención de nuevas entradas de aquí en adelante, pero no actúan sobre los altos niveles que ya tenemos, con lo que podemos considerarlo como un problema persistente en nuestro país.
Consciente de ello, la Comisión Europea ha planteado varias estrategias para ayudar a hacer frente al problema de la contaminación difusa de origen agrario, ya que es un elemento central en sus políticas ambientales y agrarias. Entre ellas, se encuentran la Directiva 91/676/CEE del Consejo, de 12 de diciembre de 1991, relativa a la protección de las aguas contra la contaminación producida por nitratos de origen agrícola; y la Directiva 2000/60/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 23 de octubre de 2000, por la que se establece un marco comunitario de actuación en el ámbito de la política de aguas. Ambas normas, con más de dos décadas de aplicación a sus espaldas, se han mostrado insuficientes para atajar este grave problema.
No hay que olvidar que el Real Decreto 261/1996, para la protección de las aguas contra la contaminación producida por los nitratos procedentes de fuentes agrarias, que traspone la Directiva 91/676/CEE, conocida también como la Directiva de Nitratos, ya fijaba la obligación de identificar las aguas afectadas por la contaminación por nitratos de origen agrario. También la de designar como zonas vulnerables aquellas superficies cuyo drenaje diera lugar a estos problemas de contaminación difusa, y la de poner en funcionamiento programas de actuación coordinados con las comunidades autónomas y el sector agrario, con el fin de atajar los efectos de los nitratos sobre las aguas. Más allá, en junio de 2020, se presentaron las Estrategias «de la Granja a la Mesa» y de Biodiversidad para 2030, y ambas bajo el paraguas del Pacto Verde Europeo. Estas propuestas para avanzar hacia sistemas alimentarios sostenibles, incluyen entre otros objetivos una reducción de las pérdidas de nutrientes del 50 %, lo que supondrá en la práctica una reducción estimada del 20 % en el uso de fertilizantes.
La ganadería extensiva aporta abono de manera natural y contribuye al cierre de los ciclos de carbono y nitrógeno. Los fertilizantes químicos para potenciar el rendimiento cerealístico deterioran la salud de los acuíferos. © Terabithia
Dados los pobres resultados hasta el momento, es evidente que los pasos que se han dado no han sido suficientes. La propia Comisión Europea decidió llevar a España ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea en 2021, por no haber tomado medidas suficientes contra la contaminación por nitratos de origen agrario. A su juicio, España tiene pendiente adoptar medidas eficaces para evitar la eutrofización en masas de agua de todo el país, además de revisar al alza las zonas vulnerables a los nitratos y de incluir todos los elementos obligatorios necesarios en los programas de acción de varias comunidades autónomas. De no afrontar estas reformas, el proceso podría desembocar en la condena a España y la consiguiente multa millonaria por el incumplimiento continuado de la legislación europea.
Dados los pobres resultados hasta el momento, es evidente que los pasos que se han dado no han sido suficientes. La propia Comisión Europea decidió llevar a España ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea en 2021, por no haber tomado medidas suficientes contra la contaminación por nitratos de origen agrario. A su juicio, España tiene pendiente adoptar medidas eficaces para evitar la eutrofización en masas de agua de todo el país, además de revisar al alza las zonas vulnerables a los nitratos y de incluir todos los elementos obligatorios necesarios en los programas de acción de varias comunidades autónomas. De no afrontar estas reformas, el proceso podría desembocar en la condena a España y la consiguiente multa millonaria por el incumplimiento continuado de la legislación europea.
Frente a esto, tanto el MITECO como el MAPA han tomado dos iniciativas legislativas nuevas a través del Real Decreto 47/2022, de 18 de enero, sobre protección de las aguas contra la contaminación difusa producida por los nitratos procedentes de fuentes agrarias, y el Real Decreto 1051/2022, de 27 de diciembre, por el que se establecen normas para la nutrición sostenible en los suelos agrarios. Desde WWF España, hemos alegado que el marco legislativo en esta materia debe reforzarse, por ejemplo, mediante la introducción de tasas que graven el uso de estos fertilizantes para desincentivar su uso abusivo, así como mediante el desarrollo de un régimen sancionador contundente con aquellos que no respeten los límites fijados en dichas normas. También hemos pedido mayor ambición y rigor en su aplicación por parte de las diferentes administraciones implicadas y un control estricto de los incumplimientos de las mismas.
Por otra parte, pensamos que la puesta en marcha de sistemas de asesoramiento públicos para el uso de fertilizantes y otros insumos, el empleo de últimas tecnologías como las sondas de succión, o la recuperación y mejora de las franjas tampón en torno a cursos de agua, a las que ya obliga la condicionalidad de la Política Agraria Común, son otros elementos imprescindibles en la lucha contra la contaminación
Huerto ecológico en El Provencio (Cuenca) © Miguel Murcia / WWF
Más allá, la solución pasa por promover prácticas agroecológicas de sobra conocidas, como el abono en verde, la rotación de cultivos o los barbechos semillados, frente al uso indiscriminado de fertilizantes químicos. Y, en el sector ganadero, diseñar y aprobar de manera urgente un plan estatal para desincentivar la cabaña ganadera industrial y adecuar el número de explotaciones a la capacidad real de carga de los ecosistemas. Todo ello acompañado de una estrategia para la recuperación del pastoreo, como forma prioritaria de producción ganadera. La ganadería extensiva aporta de manera natural abono a los cultivos y contribuye al cierre de los ciclos del carbono y el nitrógeno en el campo. Pretender atajar el grave problema de los nitratos con soluciones de final de tubería, como la construcción de plantas de biogás, es tan sólo una manera de aplazar el debate sobre el necesario cambio de raíz que necesita nuestro sistema alimentario.
Desafortunadamente, las consecuencias de un uso desmesurado de fertilizantes y la expansión de un modelo de producción agraria industrial por gran parte de nuestro territorio van a seguir afectando durante años a la salud de nuestros suelos y nuestras aguas. Eso no podemos cambiarlo. Pero sí podemos forjar un nuevo futuro, promoviendo una transición justa hacia un modelo de producción de alimentos que respete los límites de la naturaleza y que ayude a regenerar los ecosistemas degradados durante décadas, cuidando además de las personas que nos alimentan cada día. Esta es la apuesta de WWF España para adaptarnos a un futuro incierto como consecuencia del cambio climático, para frenar el avance de la desertificación, para recuperar nuestros suelos y ecosistemas acuáticos, y conseguir un desarrollo rural justo para las personas y la naturaleza.