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LOS AÑOS 80, UNA DÉCADA PRODIGIOSA

Francisco M. Rodríguez Martín 

Un recuerdo de los Parques Nacionales en los años 80 y un pequeño homenaje a los amigos que contribuyeron a hacerlos especiales

¿Por qué llamo  “década prodigiosa” de los Parques Nacionales a esos años 80 en los que tuve la fortuna de estar presente y participar, primero como Jefe de Sección y luego como Jefe del Servicio de Parques Nacionales?...,pues no solo por ese sentimiento propio de vivencia profesional y personal, sino y, sobre todo, porque tanto para los Parques Nacionales,  como para el mundo que nos rodeaba, esa década fue, en mi opinión un decenio lleno de acontecimientos que marcaron el futuro, como ahora cerca de cuarenta años después, lo estamos comprobando.

Y con estos muchos años que nos distancian de esa década, y ya como decía Baroja “desde la última (penúltima añado yo) vuelta del camino” me atrevo a hacer una vista atrás donde lo que más vivo acude a mi memoria es el recuerdo de muchos compañeros y amigos con los que compartí tantos y tantos ratos de trabajo, buenos y malos y de relación personal y que han marcado una huella en mi vida personal y ocupación profesional. Muchos se escapan a mi memoria, pero lo que no se escapa es la obra y surco de trabajo y entrega ilusionada que han dejado en nuestros Parques Nacionales y que de alguna manera han sido guía y puente para la situación que no solo viven los Parques Nacionales de ahora, sino para la amplia y casi siempre bien atendida conservación de la naturaleza en toda España a través de la institución que son los espacios naturales protegidos.

EL MARCO DE LOS 80 

No lo empezamos bien con la muerte de quien hizo una huella insustituible y marcó una nueva etapa en la divulgación del valor de la naturaleza y de la necesidad de su conservación, Félix Rodríguez de la Fuente, impulsor y modelo de aspirantes a profesionales de la biodiversidad y de la conservación, ni tampoco fue un buen comienzo el 81 con el susto del 23 de febrero, felizmente abortado, y compensado por nuestra incorporación unos años más tarde a la Comunidad Europea, en medio de una tensión entre los dos grandes bloques a la que le dio un nuevo oxígeno Gorbachov con su esperanzadora “perestroika” y la celebrada al final de la década  “caída del muro” de Berlín.  

Ordesa desde Torla. 

El descubrimiento del agujero en la capa de ozono en la Antártida, como el gravísimo desastre de la fuga de gas letal en Bhopal o el de Chernóbil, unido al fantasma del SIDA que empezó a recorrer el mundo occidental después de haber arrasado regiones y sociedades menos afortunadas, entre otros hechos que se desgranaban, fueron creando una conciencia que pudo ser una puerta a las tendencias a la globalización y las  inquietudes por la sostenibilidad, empujadas por la incipiente presencia de los ordenadores personales y de la informática de usuario, receptividades e inquietudes de las que los Parques Nacionales eran partícipes por su presencia ya en esos años en casi todos los países del mundo. 

EL ICONA Y LOS 70 

Francisco Ortuño en el centro, de azul, Juan Nogales y Manolo Díaz Cruz.  

En España los Parques Nacionales, en el seno del Instituto Nacional para la Conservación de la Naturaleza (ICONA) creado en 1971, tuvieron un importante despegue en los comienzos de esos 80, resultado de un significativo impulso sobre la base de un intenso trabajo con escasos medios en los 70. Este determinante estímulo  fue dado por la afortunada coincidencia con el Servicio de Parques Nacionales de los Estados Unidos, el NPS con quienes se estableció una estrecha colaboración organizada y alimentada por personajes tan importantes para los Parques Nacionales de España, 

como fueros los ingenieros de montes Francisco Ortuño, José Lara, Maximiliano Elegido, José Luis Aboal, José Miguel González, José Luis Echániz, Isidoro Sánchez, Antonio López Lillo, Pedro Molina, Germán García,  biólogos como Antonio Machado, Cosme  Morillo, Luis Blas Aritio, el letrado siempre presente velador por las implicaciones legales, jurídicas y con mucha frecuencia humanas José Manuel Vázquez, las eficaces hormiguitas que siempre han sido, Juan Carlos Orella, el sociólogo Federico Zamora y Ana Castellano, que entre otros, no muchos por la limitación de las plantillas, fueron la sólida base sobre la que apoyar el vertiginoso despegue que los Parques Nacionales tuvieron en esa “década prodigiosa” de los 80. 

De ninguna manera ha de olvidarse algo sustancial para los Parques Nacionales como fue la aprobación de la Ley de Espacios Naturales Protegidos de 1975.

Los Parques Nacionales de España, siempre se han compuesto de dos elementos o factores básicos, los propios espacios naturales como representación indiscutible de la magnífica biodiversidad conectada con el entorno socioeconómico de los mismos y los equipos de personas que han trabajado y trabajan en ello, y hay que decir que no es una circunstancia que se de solo en España. En todos los países que hemos tenido la suerte de visitar, conocer y colaborar con sus Servicios de Parques Nacionales se ha dado esta indispensable comunión que hace que esta figura de protección tenga ya en España 100 años y algunos años más en Estados Unidos y a la naturaleza que guarda, y su profesional y cuidadosa gestión y las gentes que, bien como responsables de la misma o bien como población del entorno, normalmente una vez identificadas y satisfechas o paliadas sus legítimas reivindicaciones, se sienten orgullosos de tener una vinculación más o menos próxima y no siempre fácil con un Parque Nacional. 

En esta aportación, no solo quiero hacer un recorrido por lo que a mi entender fue más significativo de esa década que tuve el privilegio de disfrutar profesional y personalmente, sino y de manera muy especial por las personas con las que tuve la oportunidad y suerte de conocer y trabajar que han estado haciendo posible este camino, iniciado en Covadonga en 1917 y que hoy sigue, a pesar de los avatares de coyunturas políticas o administrativas, marcando un surco y siendo una referencia de cómo afrontar la gestión de estos singulares espacios, representativos de lo mejor de la biodiversidad y ejercicio continuo de búsqueda de la mejora de la relación con el entorno socioeconómico, que son nuestros Parques Nacionales.

LOS PARQUES NACIONALES Y LAS AUTONOMÍAS 

Poco después de aprobada la Constitución de 1978, en 1981 se aprueban los pactos autonómicos por los cuales España se vertebra en 17 Comunidades y 2 Ciudades Autónomas y que son el origen de un periodo de adaptación y reorganización profunda a la nueva estructura territorial y competencial de España y como consecuencia, del Sistema o Red de Parques Nacionales, como fue reformulado y denominado administrativamente con posterioridad y cuyo concepto inicial fue apuntado en el Congreso de Bali de 1982. 

Una de las primeras consecuencias del nuevo panorama autonómico fue la transferencia a las Comunidades Autónomas respectivas de los denominados Parques Naturales, otra tipología de espacio natural protegido que recogía la entonces vigente Ley 15/1975, de 2 de mayo, de espacios naturales protegidos.

Lorenzo Aguilera, José Miguel González, Isidoro Sánchez, Paco Ortuño y Paco Rodríguez en el Parque Nacional de Timanfaya. 

Esta circunstancia hizo que se iniciase una forma de trabajo en la que el Servicio de Parques Nacionales pudiese servir de referencia con su experiencia y medios de ayuda a las unidades creadas o reestructuradas en las distintas comunidades para la nueva etapa autonómica que los parques naturales y sus responsables habían comenzado.

Otro efecto derivado fue la incorporación de funcionarios del servicio de Parques Nacionales a distintas Comunidades Autónomas, bien porque habían sido requeridos  por una Comunidad como pudo ser José Luis Aboal, Jefe de la Sección de Parques Nacionales. Fue uno de los pilares fundamentales en estos años previos a los 80, redactor de uno de los primeros Planes de Ordenación de los Recursos (PRUG), concretamente el de Doñana,  instrumento de planificación y gestión aprendido en los cursos que impartía el Servicio de Parques de Estados Unidos con el mítico Kenton Miller en Michigan, a los que se pudo asistir durante una serie de años gracias al Convenio que se había suscrito con el Servicio de Parques americano, que se incorpora como director general a Galicia. Otros fueron Tomás Azcárate, que se fue a crear la Agencia de Medio Ambiente de Andalucía, uno de los nuevos organismos que más y mejor evolucionó en poco tiempo, tanto en el ámbito español, como en el europeo e hispanoamericano o Joan Mayol que en Baleares aprovechó su posición política para potenciar la conservación de la naturaleza. A las Comunidades Autónomas junto con casi la totalidad de los funcionarios, se incorporaron los responsables de los parques, como Héctor Pipió en Aigües Tortes o José María Azcárate de Sanabria.

En los Servicios Centrales del ICONA quedaron para ser gestionadas las competencias que se había reservado la Administración General del Estado, entre ellas los Parques Nacionales. Con la competencia quedaron los Directores Conservadores y una dotación tanto de personal como de material notablemente disminuida, que fue progresivamente complementada.

EL INVENTARIO DE ESPACIOS NATURALES 

Con César Manrique en su casa de Lanzarote. De izda a dcha: Luis Pascual, Manolo Díaz Cruz, César, Paco Ortuño, Isidoro Sánchez, Juan Nogales, José M. González y Cosme Morillo. 

Cabe mencionar que en esta nueva etapa de la administración española y más concretamente en lo que se refiere a los espacios naturales protegidos, el ICONA, con José Lara en la Dirección General había abordado por encargo del Ministerio de Agricultura con Jaime Lamo de Espinosa como Ministro, con motivo de la mencionada ley de 1975 un ambicioso plan que pretendía proteger en 5 años, 5 millones de hectáreas de lo mejor de la naturaleza española, para lo cual se realizó un inventario de todos esos espacios que a juicio de los Servicios Provinciales del ICONA tenían características suficientes para merecer una protección especial. Como escribió Francisco Vélez Soto, ingeniero de montes y director de este trabajo “La protección de la naturaleza es un problema íntimamente ligado a la Ordenación del Territorio. No basta la legislación vigente sobre espacios naturales Protegidos (por ser demasiado específica y destinada a salvaguardar parajes seleccionados y de relevantes valores) para defender nuestro Patrimonio Natural de las agresiones que contra el mismo se realizan de manera continuada”. 

Este “Inventario Abierto de Espacios Naturales de Protección Especial”, como así se llamó, recogió y describió, en síntesis, entre variada información de tipo legal, urbanístico, usos, propiedad, etc. las características geográficas y ecológicas de los lugares seleccionados, dando especial importancia al estado de los ecosistemas y a su fragilidad y, especialmente a la inminencia de las amenazas que sobre ellos pesan para evitar transformaciones irreversibles a un plazo más o menos largo Durante cuatro años los Servicios Provinciales del ICONA fueron enviando a los Servicios Centrales las denominadas “fichas”, formularios de información cumplimentadas, más de setecientas junto con planos y fotografías, que conviene apuntar que todo o casi todo era manual, los textos a máquina ¡no disponíamos todavía de ordenadores personales! los planos eran una fotocopia delimitando el espacio a mano con colores, las fotos hechas con las cámaras normales, buenas, pero sin la versatilidad que dan ahora las digitales. Las copias tenían que ir en papel, pegadas a mano sobre hojas de cartulina y la edición también manual a base de fotocopias.

La fase siguiente a la recogida de la información proporcionada por los servicios de las provincias y tras la coordinación por las Inspecciones Regionales del ICONA, era la de conseguir una homogeneización y coherencia entre todos los espacios propuestos, tratando de dar unas valoraciones de acuerdo con una visión general de todo el territorio español, aunque con un segundo nivel de importancia regional, como en aquellos años sin comunidades autónomas se decía y se podía decir. Esta visión general, además, debía de ser el argumento para la clasificación de cada en uno de ellos en los distintos tipos de espacios naturales que figuraban en la ley del 75.

Por aquella época el que escribe estaba trabajando en COPLACO (Comisión de Planeamiento y Coordinación del Área Metropolitana de Madrid, (perteneciente al Ministerio de la Vivienda) en el Plan Especial para el Área Metropolitana de Madrid. Era el equipo de Ángel Ramos, catedrático de la Escuela de Ingenieros de Montes, de Domingo Gómez Orea, ingeniero agrónomo y jefe del proyecto, Paco Díaz Pineda, biólogo  entonces en la Universidad de Sevilla con Fernando González Bernáldez, Alberto Ruiz del Portal, mi primer  compañero de la carrera, que luego sería Director de Parques Nacionales y Director General de Conservación de la Naturaleza.  

Chiche Pascual, Javier de Sebastián, Basilio Rada y Félix González  en Ordesa. 

Durante la realización de este trabajo era frecuente la visita a las oficinas del ICONA, en la Gran Vía de San Francisco, para coordinar con los funcionarios temas relacionados con sus competencias. En una de ellas, Paco Vélez Soto me propuso la realización de ese trabajo de homogeneización de y valoraciones de la información recibida desde las provincias. Este trabajo requería la visita a todos y cada uno de los espacios propuestos por los servicios provinciales para que hubiese esa opinión homogénea de todas las propuestas. La envergadura en tiempo y dedicación era mucha y la situación familiar ya compleja, pero al igual que años más tarde a una propuesta de José Miguel González para reingresar y ocupar el puesto que dejaba vacante José Luis Aboal, no lo pensé ni un solo momento y le dije a Paco Vélez que contase conmigo. Salí pocos días despúes con Pepe Lara en avión a comenzar el trabajo en Galicia por la oportunidad de incorporar nuestros espacios al Plan Director de Ordenación Territorial  que se estaba acabando en esos meses en Galicia.

Durante más de cuatro años y prácticamente sin pausa, tuve la oportunidad de recorrer de la mano de los mejores expertos de cada provincia, ingenieros, guardas, biólogos, conductores, así como de conocer a los incipientes, pero muy activos naturalistas y ecologistas de entonces, algunos de los cuales siguen portando la bandera de la atención por temas relacionados con la naturaleza, como Suso Garzón y su labor por el mantenimiento de la trashumancia, Humberto da Cruz, Joaquín Araujo, Benigno Varillas, Carlos Silva en Canarias, etc.

Estos años de recorrer toda España fueron  una ocasión única de conocer de manera directa, no solo los mejores rincones de todo el territorio, sino hacerlo acompañado de los mejores conocedores del mismo: aquellas personas del ICONA que de madrugada aparecían con el Land-Rover a la puerta del hotel, la pensión o la casa forestal, para iniciar un largo día de cientos de quilómetros con el programa apretado de ver los espacios naturales propuestos desde los puntos, miradores, valles, picos, orillas,  donde la vista era más amplia y podía proporcionar la mejor idea de lo que visitábamos. Esos días tenían además de las descripciones del sitio, de su fauna, la historia de los montes, de sus problemas de gestión, tanto técnicos, como de relación con el entorno socioeconómico, la charla que durante muchas horas de traqueteo por las pistas forestales iban desgranando las anécdotas sobre multitud de temas, tanto personales como de trabajo. En esos días y en esos años, puedo decir que tuve la suerte de conocer a muchos compañeros que tanto guardas, como conductores, ingenieros de la brigada, jefes provinciales, funcionarios de los servicios, biólogos -muy pocos entonces- alcaldes, habitantes de cada zona, ecologistas, etc., me proporcionaron una experiencia profesional y personal de la que, junto con los años en Parques Nacionales, contemplo y valoro como una de las mejores y mas satisfactorias etapas  profesionales y personales de mi carrera. 

Este Inventario, una vez finalizada esta fase de elaborar el documento base para su mantenimiento, ampliación y mejora posterior quedó con las siguientes cifras: 633 espacios seleccionados, que ocupaban 3 666 845 ha, siendo la media por provincia de un 7,3 % de territorio susceptible y merecedor de ser protegido mediante una figura legal…y desde un punto de vista personal ni que decir de la enorme cantidad de amigos que me quedaron por toda España que he tratado de mantener lo más y mejor posible a lo largo de estos cerca de 40 años que han pasado desde entonces.

Una vez que fueron creadas las Comunidades Autónomas, este Inventario fue utilizado junto con estudios de mayor nivel de detalle local para la elaboración de sus propios inventarios de espacios protegidos de la Comunidad.  Y el conocimiento tanto del territorio como de los responsables que habían entrado a formar y estructurar la nueva situación del sector forestal en las Comunidades Autónomas, permitió una estrecha etapa de colaboración en esa década de los 80, como ocurrió con Castilla y León con Jesús Gámez como Director general y su equipo, Murcia, Extremadura, Canarias…, y prácticamente todas las Comunidades Autónomas.  

EL MISMO TERRITORIO CON DISTINTA ORGANIZACIÓN POLÍTICA Y ADMINISTRATIVA. UNA NUEVA FORMA DE TRABAJAR 

Grupo de Parques Nacionales en Ordesa. 

Los primeros años de los 80 supusieron un cierto desasosiego por el nuevo camino que se iniciaba en el que muchas de las competencias del Estado se transferían a las Comunidades Autónomas y con ellas los medios, el personal y la experiencia de ese personal. Los Parques Nacionales no fueron una excepción para este nuevo panorama administrativo de España porque, aunque su territorio y su gestión sí se quedaba como competencia de la Administración General del Estado, sí fueron mermados sus medios y su personal, al mismo tiempo que se comenzaron a generar las tensiones precisamente por no haber sido trasferidos, que no cesaron y con el tiempo han ido deviniendo en la estructura y fórmula de gestión actual. 

A facilitar esta etapa de reestructuración administrativa y también conceptual de las formas, medios y territorios de gestión una vez puestas en marcha las Autonomías, contribuyó el decidido empuje que a los Parques Nacionales les dieron en la Administración Central tanto desde dentro, con un José Miguel González o Ángel Barbero directores,  Cosme Morillo como subdirector o Santiago Marraco, como desde fuera, en el Ministerio de Hacienda, con la inestimable ayuda de Rosendo García Salvador, desde su larga e intensa presencia en el puesto de Secretario General de ICONA, como desde Moncloa con un eficaz impulsor como fue  José Manuel Fernández o Jesús González Regidor. Ellos contribuyeron a dotar a los Parques de medios tanto materiales como personales  para en poco tiempo convertirse el Servicio de Parques Nacionales en una unidad con una dinámica y proyección que hizo de los mismos un ejemplo para otros servicios de espacios naturales tanto de España como del extranjero. El R.D. 1105/82 impulsado por José Miguel González en su etapa como Director General del Icona y rápidamente puesto en marcha por el Servicio de Parques Nacionales, fue uno de los mejores vínculos de los Parques Nacionales con el entorno socioeconómico en el que están ubicados.

Pudieron incorporarse varios ingenieros y biólogos al Servicio por medio de oposiciones, con las que se fueron cubriendo los vacios que habían quedado con las transferencias y en poco tiempo teníamos a los Miguel Castroviejo en el Teide, Manuel Durbán y Ángel Palomares en Taburiente, Jesús Serrada y Antonio Fernández de Tejada en Lanzarote, Ángel Fernández y Antonio Zamorano Garajonay, Jesús Casas en Daimiel, Basilio Rada, hoy director del Organismo Autónomo Parques Nacionales, en Ordesa, algunos de los cuales todavía siguen en el mismo parque y otros han ido desarrollando una carrera administrativa en distintos lugares de la administración española o europea.

A esta incorporación de funcionarios, aprovechando una línea del Ministerio de Hacienda generadora de empleo, se añadió un enriquecimiento cualitativo y cuantitativo de jóvenes profesionales de más de diez especialidades distintas. Entraron en el verano del 85 al Servicio de Parques, geólogos, geógrafos, historiadores, arquitectos, economistas, informáticos, documentalistas como nuestro querido Eduardo Ramón, “Dudú”…en fin una inyección de sangre y visiones jóvenes y especializadas que tras unas semanas ya habían asumido la filosofía de trabajo e interpretación para la gestión del territorio que pensábamos que era la más adecuada para poder mantener esas joyas de la naturaleza que la sociedad había puesto en nuestras manos. Esta inmersión en nuestro incipiente sistema de Parques en el nuevo escenario de la España de las Comunidades Autónomas y de las referencias ya constantes y exigentes de organismos internacionales, fue muy bien complementada con los ricos pozos de conocimiento, experiencia y calidad humana que tenían nuestros Antonio Monzón, Alfonso Villuendas, Chiche Pascual, Pedro Muñoz y Pedro Molina, Germán García, José Miguel González, Isidoro Sánchez, José María Galeán, Marcos Peraza, Juan Nogales, Manolo Diaz Cruz, Jaime Vigón, Mateo Castelló, Juan Jesús Molina, Gonzalo Fernández Tomás,  Ignacio Riverola, Nacho Herrero o Alfredo Casares, etc.

Contribuyeron de manera muy especial a crear un sistema de trabajo en Parques Nacionales, como a la formación del personal del mismo el equipo de Canarias. No solo había cuatro Parques Nacionales en las islas, sino que fue cuna o lugar de trabajo de algunos de los mayores impulsores de los mismos como Paco Ortuño, con una de las inteligencias más agudas que, en mi opinión, se han dado en nuestro Cuerpo de Ingenieros de Montes, cuya última etapa vital fue demasiado dura y triste. En esos años se construyó en Canarias el Centro Ecológico de La Laguna, ambicioso proyecto de planificación, educación, investigación en parques, con Antonio Machado, Jorge Bonnet y otros muchos compañeros que supusieron el embrión de la potente unidad de espacios naturales que hoy es Canarias. También se dio en los 80 un fuerte impulso a la construcción de los llamados Centros de Interpretación o centros de Visitantes, como El Portillo en el Teide, El Juego de Bolas en Garajonay, con el arquitecto José María Martínez Zuazo y luego con Félix González, joven arquitecto que entró en Parques en el año 85. 

Javier de Sebastián, Francisco Rodríguez, Chiche Pascual, Félix González  y Luis Marquina en Ordesa.  

Se utilizó mucho el sistema de  “grupos de trabajo”, que ante un problema concreto en algún Parque Nacional o en algún otro espacio natural, se configuraban con personas de las especialidades adecuadas, que junto con los especialistas del lugar y las personas con una visión global de la zona o del problema y aportar soluciones, se reunían en el propio lugar y trataban de encontrar solución desde una óptica aportada por la confluencia de las de todos los asistentes.

De igual manera, todos los años se hacía una reunión general del personal de los parques en un Parque Nacional en concreto, donde junto con los invitados externos al Servicio o del entorno, con alguna relación con el parque pudiese ser interesado en la marcha del mismo. En esas reuniones de varios días, no solo se trataban los temas específicos del parque anfitrión, sino que se estimulaba una interrelación entre todos los componentes del Servicio de Parques y sus problemas concretos. La presencia de personas del entorno, alcaldes de los pueblos afectados, ganaderos, empresarios del sector turístico, invitados especiales, etc., se conseguía tener una visión mucho mas acercada a la realidad, se involucraba al entorno socioeconómico del parque y además se obtenía una mayor implicación del personal de los parques ya que asistían no solo los gestores directos, sino la guardería o el personal administrativo y auxiliar componente del servicio.

Una de las tareas más importantes de esos años y esa etapa fue la de elaborar los documentos legales de reclasificación, y los de gestión que cada parque precisaba. Con una metodología inspirada en los sistemas de planificación del Servicio de Parques Nacionales de Estados Unidos, que algunos de los responsables de los nuestros que habían visitado y aprendido de los americanos su sistema comenzaron a aplicarlos en España. En algún momento se ha criticado la excesiva influencia del sistema americano, cuando nuestros parques nacionales tienen unas diferencias importantes con los americanos, como pueden ser la extensión, la existencia de población y aprovechamientos en el interior, el contacto con el entorno y de manera importante el paso histórico sobre los nuestros que es mucho mayor que sobre los americanos. Parece que nuestros parques tienen una mayor similitud con, por ejemplo, los franceses, no solo en las dimensiones, sino en la profunda vinculación que tienen con el entorno humano y sus características socioeconómicas y huella histórica. Sin embargo, la experiencia y dedicación directa de los americanos sí que ha ido construyendo un sistema que, salvando esas consideraciones, puede servir de referencia de cómo conservar y gestionar la biodiversidad de los espacios naturales protegidos. 

LOS PARQUES NACIONALES DE LA DÉCADA DE LOS 80 

Alberto Ruiz del Portal y Francisco Rodríguez en El Teide.  

En los 80 había declarados 9 Parques Nacionales y 11 Parques Naturales. Los segundos fueron transferidos a las Comunidades Autónomas y en los primeros hubo que hacer la mencionada labor de reclasificación legal de acuerdo con la nueva ley del 75, lo que permitió una regulación más adecuada, que se trató además de complementar con los Planes de Ordenación de los Recursos, los PRUG también mencionados ya.

En algún momento se utilizó como argumentación complementaria a la normativa de los Parques la ley del Suelo del 75, para los posibles problemas urbanísticos con los Planes Especiales de Ordenación Territorial, la ley de Caza para la gestión de la fauna y la ley de Montes para la gestión y ordenación de los aprovechamientos forestales.

Pero de todo ello, lo más destacable de la gestión y conservación de los Parques Nacionales en los 80 y por supuesto en los años posteriores, fueron los equipos de profesionales que partiendo de la mínima representación que quedó tras las transferencias, fueron adquiriendo progresivamente una importancia, una calidad y una valoración que supuso el orgullo de ser reconocidos muchos de los parques con distinciones internacionales y convertirse en modelos de otros servicios tanto de España como del exterior.

El día a día de la gestión de los Parques Nacionales estaba muy identificado, aun siguiendo unas directrices y filosofía general para todos ellos, con los Directores-Conservadores de cada uno, que fue la denominación que se dio a los responsables máximos de cada Parque. La personalidad de cada uno marcó mucho su gestión en aquellos años difíciles, pero enormemente atractivos llenos de retos y caminos desconocidos.  La sosegada gestión de nuestro querido Ricardo Pascual (Chiche) en Ordesa, magníficamente secundado por Félix Bernúes, con Paloma Martínez Lasierra, una profesional llena de fuerza, conocimiento e ilusión que ponía en el parque día a día, la incorporación de Basilio Rada y la de Luís Marquina. La tranquila gestión de Chiche se complementaba como contrapunto con la del vital y explosivo Javier de Sebastián en Picos de Europa, o la del hábil Luis Berbiela en Doñana, el eterno avispero, un equipo con el halo científico de Moncho Coronado, de Juan Garay o de Juan Aizpuru, Antonio Camoyán, Pérez de Ayala, con el siempre referente que fue en Daimiel y luego en Doñana Germán García, como Inspector, o la sabia gestión de Pedro Molina, seguido después por Jesús Casas y María Jesús, con la complicada gestión del agua de Las Tablas en Daimiel. Eran una verdadera orquesta, a veces un poco complicada, de la conservación y gestión de los Parques Nacionales. Los canarios, contaban con un aglutinante importante, que a pesar de ser un archipiélago y haber podido ir cada uno por su lado, la potente, pero serena y carismática guía de José Miguel González, con su más eficaz mano derecha operativa, Isidoro Sánchez, que pronto dieron el salto a la política de Canarias, de España y de Europa (Isidoro Sánchez fue además de diputado en el Parlamento canario, senador en Madrid y eurodiputado en Bruselas) y el previsor planificador e ideólogo Antonio Machado, tenían su propia orquesta en la que formaban parte Lorenzo Aguilera, Juan Ors, Emilio Fernández, Juan Carlos Oviedo, Jorge Bonet, Miguel Castroviejo, Juan Díaz Cruz, Luís Pascual, y un nutrido grupo de profesionales que bien alrededor de los parques o desde el CELL suponían uno de los grupos más compactos y brillantes en el panorama de los parques nacionales.

Aigües Tortes entró en esa época en el conflicto de competencias, hábilmente soslayado técnicamente por la buena voluntad y el saber hacer de Antonio Monzón por parte de Madrid y de Héctor Pipió por la Generalitat.

UNA DISCULPA Y UNA ORACIÓN 

Quien haya llegado leyendo hasta aquí seguro que ha echado a faltar la mención a personas que han contribuido de manera directa o indirecta a esta Red de Parques Nacionales que tiene hoy España. Y yo les pido disculpas de todo corazón por no haber recordado de manera expresa a todos los que, a lo largo de 44 años de profesión, desde que salí de la Escuela, me han dado mucho de lo que ha ido ayudándome a “hacer camino al andar”. Todos los compañeros y amigos con los que he tenido la suerte y el honor de trabajar y aprender, desde ingenieros, como guardas, conductores, administrativos…, todos me han dado mucho más de lo que yo he podido corresponder y de entre todos ellos quiero  mirar hacia dentro de mi corazón para elevar una oración por los que nos dejaron a lo largo del sendero de una vida dedicada a los Parques Nacionales (Chiche, Javier, Paco, Moncho, Manolo, Juan,…) y que tenemos seguro que están ayudando a cuidarlos desde allá arriba. ¡Muchas gracias a todos¡