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El futuro de la alimentación y la agricultura: tendencias y desafíos
La ética conduce a una conducta ideal, si es posible excelente. Es una ciencia. Una ciencia blanda, diferente de las ciencias físicas o químicas. Esa conducta modélica necesita una perspectiva del mundo con base filosófica, religiosa o, frecuentemente, ambas, que proporcionen un conjunto de normas simples y que eviten equivocaciones graves. Nada menos. Pero lo que es sensato para personas con determinada educación puede ser lo contrario para otras con diferente cultura e historia personal. La ética parece variar con la edad. Algo así como ‘de forma inevitable’ y también entre las personas cuyas vidas transcurrieron con déficit de control hasta las que estuvieron excesivamente dirigidas por otras o por determinadas circunstancias. La ética proporciona sustento a la moralidad y, con ello, a los compromisos que el ser humano adquiere con la sociedad. Con perspectiva filosófica las equivocaciones se miden en relación con el daño que cierto comportamiento cause a otras personas y a uno mismo. El punto de vista religioso contemplaría además la consideración que ese comportamiento pueda tener ante Dios, o ante los Dioses. Las variadas dimensiones de la ética no son independientes entre sí no son ortogonales, diría un físico.
Por su parte, la cuestión ambiental abarca muchas más dimensiones, son extremadamente interdependientes y en su problemática subyace la ‘toma de decisiones’ cuando se utilizan los ‘recursos naturales’. Mario Burgui y Emilio Chuvieco recurren en el propio título de este reciente libro a la idea de dilema y desarrollan un interesante análisis en cuya base se encuentran estos recursos.
Un dilema consta de proposiciones opuestas. Al negar las no elegidas quiere revelarse que la seleccionada es la más correcta. Los conflictos ambientales son siempre análisis de costes y beneficios y en ellos convergen, por un lado, los citados recursos naturales materia (cobre, hierro, piedra, biodiversidad, madera,…), energía (solar, eólica, geotérmica, fósil, también la madera,…) y espacio (donde construir, por donde transitar con las prisas de hoy en día, paisaje del que disfrutar, hábitats de la vida silvestre que tal vez quisiéramos conservar,…) y, por otro lado, lo que los ecólogos conocemos como ‘ecosistemas’ conjuntos interrelacionados de fenómenos físicos y procesos biológicos y culturales , sobre los que todo el mundo parece tener su propia idea.
Este libro plantea una docena de estudios de casos muy populares en la opinión pública española interesada en el ambiente, que es como decir casi toda su sociedad ibérica e insular, invitando a reflexionar sobre ellos con estudiada impertinencia. Bolidén-Aznalcóllar, fracking, hotel El Algarrobico, especies invasoras…, son acontecimientos planteados con notable objetividad y disponibilidad de información, sin huir de manifestar cierto escepticismo y crítica necesaria, políticamente correcta o no. Son casos discutidos y, sobre todo, conducidos para que el lector participe en los dilemas planteados, termine tomando partido según su propia sensatez y se comprometa al cabo en la toma de decisiones.
¿Basta con la reflexión a la que los autores invitan al lector al final de cada estudio de caso? Probablemente no. Ahí parecen querer llegar los autores para configurar el debate intrínseco en cada caso planteado. En buena medida el libro es una invitación a docentes para incorporar a los comienzos de la formación de los estudiantes del ambiente o al final de ésta, cuando ya estarían técnicamente preparados para tomar decisiones. Las dimensiones que configuran los conceptos de ‘valor ambiental’, ‘costes de producción’, ‘de oportunidad’, ‘naturalísticos’, ‘estético-culturales’, emotivo-recreativos’, ‘paisaje’, ‘biodiversidad’, ‘eficacia’, ‘eficiencia’, ‘socioeconomía’, ¿‘ahora’?, ¿‘a lo largo de cuánto tiempo’?, ¿‘ante qué circunstancias’? Son cuestiones que deben plantearse al formalizar un problema ambiental y, sobre esta base, tratar de resolverlo contando con la opinión de los expertos, escuchando a los que creen serlo y, lo que se hace con menos frecuencia, preguntando a la sociedad beneficiaria o perjudicada.