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EL DERECHO A LA TIERRA. LA SOSTENIBILIDAD COMO PUENTE ENTRE LOS DERECHOS HUMANOS Y LA NATURALEZA

Antonio Gómez SalUniversidad de Alcalá 

El presente artículo trata sobre cómo la problemática ambiental dificulta las posibilidades de que los derechos humanos sean alcanzados. Una circunstancia no prevista en el planteamiento inicial de estos derechos (derivada del crecimiento demográfico, el aumento del consumo) termina siendo incorporada en un nuevo planteamiento que en principio supone más una perspectiva que una realidad. Podemos considerar el desarrollo sostenible como una transacción que trata de manejar conjuntamente ambas problemáticas: hacer efectivos los derechos humanos y evitar el deterioro del medio ambiente. Los Objetivos de Desarrollo del  Milenio, pueden verse en este contexto como la respuesta de NNUU para asegurar el derecho a la Tierra, a habitar con dignidad el planeta que nos ha generado.  

I. EL DETERIORO AMBIENTAL DIFICULTA EL AVANCE EN LOS DERECHOS HUMANOS 

Proclamada el 10 de diciembre de 1948 en París por la Asamblea General de las Naciones Unidas,  la Declaración Universal de los Derechos Humanos representa un ideal común por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse. A pesar del tiempo transcurrido nos sigue recordando los derechos básicos de la persona, proclamados en un contexto de profunda desigualdad y pobreza en el que muchas naciones permanecían aún bajo regímenes coloniales. Su objetivo era asegurar que todos los seres humanos fuesen tratados de manera igualitaria por encima de sus creencias, riqueza, género, edad, condición física, raza, etc. Redactada por representantes de los  distintos ámbitos culturales y políticos del mundo,  establece que los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y que tienen derecho a la vida, la libertad y la seguridad de su persona, a la libertad de expresión, a no ser esclavizados, a un juicio justo y a la igualdad ante la ley. 

La problemática ambiental dificulta las posibilidades de que los derechos humanos sean alcanzados. Foto: Álvaro López. 

También a la libertad de circulación, a una nacionalidad, a contraer matrimonio y fundar una familia así como a un trabajo y a un salario igualitario. 

Desde la fecha en que fue enunciada la Declaración, la población mundial se ha triplicado (de unos 2500 a más de 7300 millones de seres humanos en la actualidad) y  el impacto global sobre los recursos ha crecido de tal forma que en el ámbito científico se  caracteriza el periodo de las últimas décadas del siglo XX como “la Gran Aceleración”. Los efectos de las actividades humanas sobre el funcionamiento del sistema tierra han pasado de ser locales  a ejercer su influencia sobre el planeta en su conjunto, afectando de forma profunda a procesos tan trascendentes para la vida humana como la dinámica y composición de la atmósfera terrestre.

Solo realizando una lectura interpretativa pueden encontrarse en la Declaración Universal de 1948, referencias al medio ambiente:  El Artículo 3,  proclama que todo individuo tiene derecho a la vida y  la seguridad de su persona (podemos entender que incluye seguridad frente al deterioro ambiental, ante catástrofes provocadas por los usos humanos y la contaminación), más adelante el  Artículo 25 –en  total son 30-  nos indica que este derecho debe incluir “un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda…”. Estas serían las referencias más claramente vinculadas con los problemas ambientales, el derecho a la salud, el bienestar, la alimentación. Otros derechos también se verían comprometidos por problemas ambientales como los que recoge  el Artículo 5: “Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes”: debemos entender que es degradante e inhumana la vida en ciudades contaminadas, el agotamiento del agua potable, su contaminación;   tanto el  artículo 7, derecho a “igual protección contra toda discriminación” como  el 24: “Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo” tienen asimismo conexión directa con lo que ahora llamamos servicios de los ecosistemas.  Por último también el Artículo 27 indica el derecho a “participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten”, se entiende que los  beneficios son para favorecer el bienestar, la salud, la vida digna.

Desarrollo y problemas ambientales

Los problemas ambientales cobran protagonismo, son percibidos como tales, como consecuencia del desarrollo.  Desde entonces, los interrogantes sobre modelos de desarrollo, su adecuación para sustentar el bienestar humano y la progresiva toma de conciencia sobre problemas ambientales, han caminado juntos. De hecho la primera gran conferencia internacional para tratar sobre el deterioro del medio ambiente, la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Humano celebrada en 1972 en  Estocolmo, señalaba ya dos versiones del medio humano, uno de ellos, el artificial, creado por el desarrollo, también sería esencial para que los derechos humanos se materialicen: “Los dos aspectos del medio humano, el natural y el artificial, son esenciales para el bienestar del hombre y para el goce de los derechos humanos fundamentales, incluso el derecho a la vida misma”  (Naciones Unidas, 1972).

Desde la conferencia de Estocolmo, hemos asistido en las declaraciones de Naciones Unidas a la evolución de las ideas sobre el desarrollo no convencional; se inician reclamando la necesidad de una planificación prudente, basada en la necesidad de ajustarse a las posibilidades que ofrece el territorio y sus recursos, no superar los límites que nos proponen los sistemas naturales -el segundo Principio Declaración de Estocolmo llama a una cuidadosa planificación u ordenación para preservar  los recursos naturales de la Tierra-. Posteriormente  el informe en 1987 de la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo,  avanza la idea en que el desarrollo debe ser sostenible

Armonía con la naturaleza 

“Los seres humanos tienen derecho a una vida saludable y productiva en armonía con la naturaleza”. Foto: Álvaro López.  

El segundo gran cónclave de Naciones Unidas sobre el tema (Cumbre de la Tierra, en Río, 1992), lleva ya el título de  Medio Ambiente y Desarrollo y hace suyo el concepto de sostenibilidad.   La Declaración de Río indica en su Principio 1: “Los seres humanos constituyen el centro de las preocupaciones relacionadas con el desarrollo sostenible. Tienen derecho a una vida saludable y productiva en armonía con la naturaleza”; Principio 4: “la protección del medio ambiente debe ser parte del proceso de desarrollo y no puede ser considerado por separado” 

A pesar de los problemas que para su aplicación supuso la definición imprecisa de lo que se debería entender por desarrollo sostenible,  la idea de sostenibilidad de los usos humanos constituye el principal nexo conceptual entre los derechos humanos, representados por el desarrollo – social, humano-  y la  preservación de un medio ambiente adecuado como condición para la vida. 

De hecho el requisito de “Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente” (objetivo 7 de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, curiosamente también mal formulado, ya que no es el medio ambiente lo que tiene que ser sostenible sino los usos humanos que pueden degradarlo), es una condición básica para que puedan  ser alcanzados el resto de los objetivos (de Naciones Unidas,  enunciados en 2000 para  su consecución en  2015).

La incorporación de la sostenibilidad del desarrollo como objetivo asumido al mayor nivel por parte de Naciones Unidas –en definitiva la confluencia de los derechos humanos, el derecho al desarrollo, humano, social, con los temas ambientales- , se produce en la práctica al plantearse como meta para 2030 los Objetivos de Desarrollo Sostenible (aprobados el 27 de septiembre de 2015). Estos ODS incluyen 17 objetivos basados en cuatro grandes retos: la reducción de la pobreza, el control de la población mundial, el fin de la desigualdad y el enfrentamiento a las amenazas medioambientales. Pobreza y desigualdad estaban ya en la raíz de los problemas que reconocía la Declaración Universal de los Derechos Humanos, su solución duradera solo podrá  alcanzarse si se entiende y maneja su conexión con los desafíos ambientales. Lo nuevos objetivos pretenden no solo mitigar los problemas que atañen a los países y grupos poblacionales más vulnerables y desfavorecidos, como ocurría en los Objetivos del Milenio, sino que  se persigue su erradicación desde la base del problema, indicando e iniciando el camino hacia la sostenibilidad a escala mundial.

La visión científica. En una fase crítica del Antropoceno

De forma paralela, actuando como soporte e inspiración del proceso de incorporación de la problemática ambiental a los derechos humanos, los datos científicos alertan de que el incremento de la población mundial –los actuales  7325 millones-  y el patrón desmesurado de consumo  nos han situado en una nueva época geológica, el Antropoceno, en la cual  los impactos humanos se ha hecho globales pasando de actuar sobre territorios concretos a hacerlo a escala planetaria. Es a partir de mediados del siglo XX cuando se inician los cambios profundos en el estado y funcionamiento del planeta Tierra, que en la actualizad sobrepasan claramente el rango de variabilidad típica de la que hasta nuestros días ha sido la más reciente época  geológica, el Holoceno, caracterizada por la presencia de Homo sapiens cultivando y transformando la tierra.

En esta fase crítica del Antropoceno, las decisiones y opciones que puedan adoptar las organizaciones de gobernanza mundial serán esenciales. La globalización y el cambio global representan el contexto en el que se enmarcan estas decisiones. El primer concepto incluye la facilidad para el transporte, las comunicaciones y el comercio que caracterizan la sociedad actual. El cambio  global, apela a los cambios en los ecosistemas y socio-ecosistemas en aspectos de carácter físico y ecológico, la pérdida de biodiversidad, el deterioro de cobertura forestal especialmente en áreas tropicales,  los cambios en los usos del suelo y la tendencia de la población a concentrarse en  grandes ciudades - el territorio adquiere una nueva polaridad, por una parte las ciudades, por otra las áreas protegidas, entre ambas un gran espacio intermedio, antes dominado por usos agrarios, para el que faltan objetivos claros que orienten su gestión sostenible-. El cambio climático es causa y parte de lo anterior (el cambio global, la aceleración del consumo)  y el componente por el que son más urgentes las  acciones concertadas y acuerdos eficaces a escala planetaria.

En el centro de estos grandes procesos, los individuos humanos podrían reclamar el derecho a la sostenibilidad, es decir a que la apropiación y consumo de recursos naturales ejercidos por grupos concretos no deterioren  la capacidad de la Tierra para sustentar el bienestar del conjunto de los seres humanos actuales y futuros. En definitiva el derecho a la Tierra, con el que titulamos este artículo.

II. NUEVOS PARADIGMAS PARA DESARROLLO. CONSTRUIR SOSTENIBILIDAD Y ASEGURAR LOS DERECHOS HUMANOS 

El desafío que representa el desarrollo sostenible, definitivamente en  un primer plano como estrategia mundial por la reciente  definición de los ODS por parte de NNUU,  requiere estar atento a los nuevos paradigmas que puedan resultar útiles para apoyar y evaluar  los avances respecto a dichos objetivos. En los últimos años se han formulado propuestas que cumplen el requisito de movilizar las ideas e impulsar nuevos trabajos sobre el tema.  Comentamos a continuación las perspectivas que consideramos más relevantes:

Todo individuo tiene derecho a la alimentación, el vestido, la vivienda… Foto: Vicente González. 

 

Precisando el nuevo escenario

A pesar de que la aplicación de los ODM pretenda ser general, para el conjunto de los países, tanto la importancia que adquieren los dilemas sobre el desarrollo en cada uno de ellos, como  las soluciones que pueden aplicarse, serán muy distintas. Sobre el tapete aparecen  varias cuestiones importantes, que conviene tener presentes a la hora de evaluar o dar seguimiento a los logros que puedan alcanzarse:

1. El papel que se otorga a la naturaleza, como referencia para la evaluación en los procesos de desarrollo.

En general se consideran tres opciones 

a). La naturaleza es vista casi exclusivamente como fuente de recursos, receptora de residuos y amortiguadora del impacto ambiental humano. Es la visión convencional y aún dominante, representativa de la llamada sostenibilidad débil.  Sus postulados  han contribuido a ampliar el debate pero también a plantear visiones excesivamente confiadas o mecanicistas sobre las posibilidades de regulación y abastecimiento que ofrecen los sistemas naturales (ecosistemas, sistemas geofísicos).

b). Como proveedora de servicios para el bienestar humano. Se definen los componentes del bienestar y se establecen conexiones entre el capital (o el patrimonio)  natural y dichos componentes.  Lo social y lo ambiental adquieren el mayor protagonismo (sistemas eco-sociales; socioecosistemas; el desarrollo sostenible va adjetivado también como “humano”). La sostenibilidad ecológica (llamada también fuerte o ecosocial) aparece  como un problema esencialmente de la Ecología (depende  de la coherencia del sistema de producción en su interacción con los ecosistemas) y se separa conceptualmente de la idea de desarrollo.

c). La naturaleza adquiere aún mayor presencia al ser vista como fuente de vida, sustento de la existencia humana,  más allá de lo material,  con una fuerte carga espiritual, la naturaleza para el sustento de los seres humanos. Por tanto con un papel intrínseco,  de orden superior, que no puede ser sustituido. Conlleva el rechazo a la idea de capital natural y propone una visión del patrimonio, natural y cultural, considerado en este caso como un legado o herencia que debe transmitirse íntegramente o enriquecer. Inspirado en visiones holistas de la Madre Tierra,  la Pachamama en las culturas originarias americanas. Propia de una visión de la sostenibilidad que ha sido llamada superfuerte (Gudymas, 2010).

2.  Una nueva e imprescindible formulación del significado de bienestar

Se manejan para ello tres ideas, relacionadas con las visiones más habituales respecto al significado de la sostenibilidad.

a) La visión más tradicional, que asimila el bienestar a la capacidad de consumo de bienes materiales, servicios etc.,  el “nivel de vida”, como concepto que ha dominado en la teoría sobre el desarrollo.

b) La atención preferente sobre lo social, junto con lo ecológico,  marca la diferencia, situando al bienestar humano en primera línea, como principal objetivo. Se ha definido por ello como antropocéntrica, aunque quizás ecológica y social, eco-social,  caracterice este enfoque del bienestar de forma más precisa. El término “humano” añadido al de desarrollo sostenible, es el signo diferencial empleado con preferencia en los países en vías de desarrollo. La propuesta del programa MA (2005), incorpora en la práctica esta visión al establecer la dependencia de los ecosistemas como proveedores de servicios. Éstos pasan a ser no solo vagamente “ambientales” o ecosistémicos (esencialmente de regulación, un concepto ya muy admitido desde hace tiempo) sino dirigidos expresamente al bienestar humano (añadiendo los de abastecimiento y culturales).  Los componentes del bienestar se agruparían en cinco conceptos: seguridad (tanto personal, como de acceso a los recursos, seguridad ante catástrofes), materiales esenciales para una vida digna, salud, buenas relaciones sociales y libertad de elección y acción.

c) Superfuerte.  Desmaterialización de la idea del  bienestar, mayor importancia de aspectos espirituales, el disfrute de la vida, el manejo del tiempo y la posibilidad de disponer de él, protagonismo de la cultura (dimensión cultural, gobernanza participativa, economía ética). Las ideas de Slow life o slow food  (vida sosegada, o tranquila,  alimentación juiciosa) irían en esta dirección.

¿Medio ambiente limpio o usos sostenibles? 

La naturaleza es vista casi exclusivamente como fuente de recursos, receptora de residuos y amortiguadora del impacto ambiental humano. Foto: Álvaro López. 

La aspiración a un  “medio ambiente limpio”, que recogen algunas estrategias internacionales sobre de sostenibilidad – por ejemplo en la estrategia europea es frecuente encontrar este concepto como meta evaluable-, representa una visión convencional, escasamente crítica respecto a las exigencias que debe llevar el desarrollo para ser realmente sostenible y compatible con los derechos humanos ¿Significa lo mismo un ambiente limpio  que usos sostenibles?

Podría considerarse como un ejemplo claro de la opción “débil” de sostenibilidad, ya que permite mantener niveles altos de consumo de energía y materiales sin apenas cambios en los estilos de vida, situación que puede lograrse derivando los problemas e impactos hacia las sociedades “en desarrollo” o aplicando medidas cosméticas por ejemplo a la restauración de ecosistemas en el propio territorio. Siempre y cuando se cuente con la capacidad económica para “limpiar”  o trasladar hacia la periferia los efectos no deseados de un sistema de producción insostenible. 

Dinero para contaminar y degradar y dinero para restaurar o limpiar el ambiente degradado, la contaminación, aplazando las respuestas o soluciones definitivas. Precisamente algunas de las propuestas más divulgadas en la línea del desarrollo sostenible (economía verde, bioeconomía) han sido cuestionadas por no representar realmente una alternativa de cambios de usos – comportamientos sociales, estilos de vida, una planificación y gestión diferentes en las ciudades y el espacio rural- y abundar en las posibilidades de negocio que ofrece lo ambiental. Muy centradas en los problemas energéticos y de contaminación, no cuestionan los sistemas de producción a partir de sus consecuencias éticas y sociales, también sobre sus efectos derivados sobre otras economías y territorios.

Es esta una de las razones por las que  Naredo (1996) ha identificado la propuesta clásica o habitual de desarrollo sostenible como un aplazamiento, un “burladero” destinado a evitar o postergar los retos de la economía convencional incontrolada, mientras que la solución de los problemas de la escasez y degradación de los recursos, comprometiendo así la capacidad de la tierra para sustentar el bienestar de todos los seres humanos (la necesaria sostenibilidad ecológica y social para  los usos humanos quedaba pendiente).

Otras propuestas como la vida buena o la felicidad per capita van más en la línea de adaptar progresivamente el consumo y la organización social a los límites y posibilidades de los ecosistemas y las sociedades, desvinculando el incremento del bienestar (un concepto que debe concretarse con valores añadidos, entre estos disponer del tiempo)  de  la acumulación o consumo creciente de bienes materiales.

Quizás sea en la investigación sobre los sistemas de producción y tecnológicos (de planificación física/ ecológica, de gestión y uso de los recursos) de donde deben  proceder las soluciones. Una nueva orientación del desarrollo en la línea dominante en la UE (I+D+i)  iría en esta línea, siempre y cuando fuésemos capaces de identificar y priorizar adecuadamente la investigación necesaria, para atender a unos objetivos y estilo de desarrollo que necesitan esclarecerse. Surge aquí de nuevo la necesidad de modelos sobre a dónde queremos dirigirnos, cuales son la metas, el escenario al que queremos apuntar.

Desde la óptica política, la gobernanza para la sostenibilidad requiere contar con formulas basadas en la  participación y el consenso.  Una amplia participación de los actores sociales en la identificación de los problemas es también necesaria para que los informes sobre seguimiento y evaluación del desarrollo sean efectivos en cuanto a su incidencia en la sociedad. Muy especialmente debe incluir el respaldo, compromiso e interés por parte de la comunidad científica,  donde se genera el conocimiento -ciencias de la sociedad y de la naturaleza-,  para lo cual es imprescindible asegurar su implicación amplia en la concepción, estructura y contenidos de los mecanismos de evaluación y seguimiento del desarrollo y la sostenibilidad.

Se cuenta con experiencias exitosas de democracia participativa sobre todo en la escala local, principalmente en países en desarrollo (municipios, comunidades en su acepción social, conjuntos de usuarios, comarcal, etc.). Lo local representa en este caso una de las mejores posibilidades (las rendijas que deja abiertas el sistema económico dominante) para construir sostenibilidad. El intercambio horizontal de experiencias a través de asociaciones de municipios a favor de la sostenibilidad es una vía práctica e interesante para avanzar. Surgen propuestas como la de ciudad inteligente, comarcas o comunidades sostenibles, con una imagen de calidad compartida etc.

Los aspectos jurídicos o legislativos del desarrollo, dependen e interactúan con los sistemas de  gobernanza,   de forma que asegurar la eficiencia en la aplicación de las leyes  puede considerarse desde esta perspectiva un objetivo del desarrollo sostenible. Se da el caso de países que son verdades potencias en legislación ambiental, pero con el problema de que ésta no se concreta en hechos,  o bien se arrincona, pasa a un segundo plano por falta de presupuesto, o son reformadas, dependiendo de los intereses  del gobierno de turno. La eficacia en la aplicación de las leyes o la correspondencia entre cantidad o complejidad de la legislación relacionada con  sostenibilidad -conservación del patrimonio natural, desarrollo rural, salud pública- y el resultado plausible de su aplicación, debería también evaluarse como un indicador de desarrollo.

Una economía ética,  a favor de los derechos humanos

Una vez establecidos los objetivos  del desarrollo, con el grado de exigencia que corresponde a las diferentes ideas o alternativas que se manejen en cada contexto socio-ambiental, correspondería a la economía – siempre en dialogo con las disciplinas afines mencionadas - encontrar la manera de hacerlas viables, mediante sistemas de producción coherentes en lo ecológico y justos en lo social. Tendría por tanto una función o carácter  instrumental,  como herramienta técnica y de gestión al servicio del modelo sostenible de desarrollo. No valdría en este contexto cualquier tipo de actividad económica, no las que generan burbujas que al final termina sufriendo la población más desfavorecida, tampoco las que se basan en la merma de derechos sociales (en países en desarrollo las plantas de producción conocidas como “maquilas”, o situaciones en los países desarrollados que se ven apoyadas en un contexto de crisis por la falta de información y de control social). Los principios que establece la Declaración Universal de los Derechos Humanos siguen siendo válidos para dirimir las aspiraciones de igualdad de oportunidades, solidaridad, equidad entre los seres humanos y orientar el  papel de la economía  en los procesos de desarrollo.

BIBLIOGRAFÍA 

Gómez Sal, 2013. Sostenibilidad Ecológica y dimensiones evaluativas en la agricultura. SEAE. Cuaderno Técnico. 72p.

Gudymas, E. 2010.  Centro Latino Americano de Ecología Social. www.ecologiasocial.com

Millennium Ecosystem Assessment (MA) 2004: Ecosystems and Human Well-being: Synthesis. Island Press, Washington,DC. 100 pp.

Naredo, J. M.: Sobre el origen, el uso y el contenido del término “sostenible”. Documentación Social, 102, 1996, pp. 129-147.

Ostrom, E. 2000. El gobierno de los bienes comunes. Evolución de las instituciones de acción colectiva. México. Unam. 395 p.

Rockstrom et al, 2009. Planetary boundaries. A safe operating space for humanity. Nature, 461/24:472-475

Stockholm Resilience Center.  http://www.stockholmresilience.org/