🎭 Un punto de inflexión llamado EMIO
A principios de 2024, estaba perdido. Tenía ideas, una historia que me rondaba desde hace tiempo, y comencé a desarrollar FNAJ 3 con un motor de mods de Five Nights at Freddy’s. Pero pronto me di cuenta de que lo que tenía en la cabeza era mucho más grande que lo que ese motor me permitía hacer. Las limitaciones técnicas no solo me frustraban: empezaron a apagar mis ganas de crear.
Y entonces, en octubre, apareció él.
EMIO EL SONRIENTE.
No sabía lo que iba a significar ese juego para mí. Pensaba que sería solo un título raro, una curiosidad más. Pero a medida que avanzaba en la historia, me encontré llorando, reflexionando, obsesionado. EMIO no era solo un juego; era una experiencia narrativa que tocaba fibras muy personales, que entendía el miedo, la pérdida y el simbolismo de forma completamente distinta a lo que había jugado antes.
Por primera vez sentí que un videojuego podía cambiar a las personas, contar problemas de verdad, plasmar como el mundo a vaces falla y no podemos evitarlo.
Y me dije: "Quiero hacer eso. Quiero hacer sentir eso."
Fue en ese momento cuando Black Rising comenzó a gestarse de verdad. El abandono de FNAJ 3 ya no se sentía como un fracaso, sino como un paso necesario.
Después llegó Danganronpa, y me terminó de dar las herramientas que necesitaba: ritmo, tensión narrativa, impacto. Pero EMIO fue la chispa. El clic. El empujón que necesitaba para atreverme a contar algo más íntimo y simbólico.
Este juego que estás viendo —por loco, caótico o extraño que parezca— no existiría sin EMIO.
No existiría sin ese momento, solo, frente a la pantalla, preguntándome por qué algo tan extraño podía parecer tan real
🎭 Un fracaso comercial, un triunfo para mí
EMIO EL SONRIENTE fue, para muchos, un fracaso. Un experimento extraño de Nintendo, un lanzamiento inesperado que no cumplió las expectativas, que confundió a jugadores y críticos por igual. Un juego que llegó sin hacer ruido y se fue sin gloria.
Pero para mí… EMIO es otra cosa.
EMIO es la historia que me marcó. La historia que, sin que yo lo supiera, me estaba esperando desde hace años. No fue perfecta, ni comercial, ni popular. Pero en su rareza, en su atmósfera silenciosa, en sus escenas cargadas de simbolismo y tristeza, encontré algo que no había visto jamás en un videojuego.
Sentí miedo, sí, pero también ternura. Sentí rabia.
Y sobre todo, sentí que alguien, en algún lugar, se había atrevido a contar algo profundamente humano.
Puede que EMIO no haya vendido millones ni ganado premios,
pero para mí, será siempre la mejor historia jamás contada en un videojuego.
Y este fangame que ahora estoy haciendo, Black Rising, nació en parte gracias a eso. Porque EMIO me enseñó que no hace falta tener un presupuesto millonario para crear algo con alma. Que una historia puede ser pequeña y silenciosa, pero aún así cambiarte la vida.
Gracias, EMIO.
Fallaste para muchos…
pero para mí, brillaste más que ningún otro.