Rincón Flamenco - "Reflexiones sobre el flamenco" por Eduardo Ternero Rodríguez
Eduardo Ternero - domingo, 23 de febrero de 2025
baRecordemos que Pepe Marchena va camino de los 50, su edad es casi paralela a la marcha el siglo XX y acaba de hacer una gira por el norte de África, por Francia, las Canarias, y parte de España, sobre todo por Andalucía. La gira tuvo bastante éxito, a pesar de llevar una mala obra y su Compañía no tener el caché de años anteriores. Pero, como dijimos, “Florecen las madroñeras”, fue uno de los grandes éxitos en cuanto a la temporalidad en la que estuvo en cartel y los públicos que acudieron a sus actuaciones. Durante esta década será en la que, el genio de Marchena, afianzará más sus relaciones con el pueblo que le vio nacer. Seguramente el motivo de ello fuera la proliferación de las visitas de Pepe a la localidad, su estancia en ella con Isabelita, y las nuevas relaciones que mantiene en el Casino marchenero.
Franco, bajo palio eclesiástico
La visión general que presenta España para una parte de sus moradores (los afiliados y simpatizantes del Régimen), es gratificante, con visos de mejora económica y de confort, mientras que para otros, para los vencidos, braceros, campesinos, obreros sin cualificar… los pobres de solemnidad, que eran una mayoría, se acababan las esperanzas; el “Franquismo”, se afianzaba. En 1950 se firma el tratado con la Santa Sede, en la que se ratificaba a España como el país más moralmente católico de toda Europa; la Iglesia y el Estado eran la misma cosa. Igualmente, la ONU, revocó el aislamiento impuesto a España y sería más fluido el intercambio de embajadores entre Washington y Madrid, lo que significaba que España, podría entrar en el plan Marshall. Ya no valían los preceptos de falta de libertades que antes habían concurrido para aislar a España, ya no importaba la autarquía, ni las desigualdades, ni siquiera las penas de muerte… Ahora, lo importante eran los ejercicios espirituales, el rosario en familia, no estar en pecado mortal… Sin embargo, los pobres eran cada vez más pobres, el salario no les llegaba para comprar el pan; la mayoría malvivía en casas hacinadas de vecinos, cuando no en chozos. La mujer, por mandato de la Iglesia y el Régimen sería relegada, sometida a una ley altamente machista, soportando una soterrada violencia de género e incapacitaba legalmente; la mujer pasaba a ser dependiente de su marido, del padre o del Estado. Pero, todo se compensaba, como en tiempos de la Roma más clásica: “con pan y circo”, con el auxilio social y el futbol o los toros, cuando no con la leche en polvo y el gol de Zarra contra Inglaterra… ¡Así, se solucionaban los problemas de España!
Estamos en 1951, la copla con Valderrama, Concha Piquer, Antonio Molina…, además de las folclóricas como Lola Flores, Carmen Sevilla, Juanita Reina… y la irrupción de Joselito, no son suficientes para aliviar el hambre y el frío a las familias que malviven en una pequeña sala, cocina común, sin aseo…, mientras se oye en las radios de toda España canciones como “El manisero” o “Angelitos negros” de Antonio Machín. La mayoría de los españoles vive con la misma miseria que en un país tercermundista y donde las "mujeres de bien", las defensoras de la fe, se sienten honradas, orgullosas de estar subyugadas a la voluntad de los hombres. La FET y la JONS quieren mujeres serviles, “como mandaba nuestra Santa Madre Iglesia”. Bastaría ver los primeros anuncios de televisión, y ya pisábamos los 60, para darnos cuenta de la actitud tan machista que preconizaba el “Franquismo”.
Joselito, en los años 50
Mientras tanto, nuestro protagonista, Pepe Marchena, necesita dinero, su ritmo de asistencia a los casinos de juegos a los ambientes caros se incrementa; ha comprado una finca en el Pasaje de Cañaveralejo, de varias Hectáreas, tiene alquilada una casa en Marchena y no renuncia a los gastos habituales de buenos hoteles, invitaciones a amigos. Para todo ello se hace perentorio hacer galas, aumentar sus ingresos. No es que su cante no guste, el problema está en la diversificación de espectáculos, en la variedad de artistas y de opciones que ahora tiene el público, la radio nos internacionaliza. En la primavera de 1951, Pepe, estrena “Vuelo de Coplas”, pero los contratos, los bolos los tiene generalmente en verano. Tampoco tiene, el marchenero, tantas ganas de trabajar, de desplazarse, de estar cada noche en un lugar distinto, muy alejado de su tierra. Ahora trabaja menos y solo cuando necesita dinero. Si durante toda su vida anterior había sido un sibarita, un caprichoso respecto a sus gustos y a su manera de trabajar, es decir, cuando le apetecía; ahora, a estas alturas de la vida, siente que tiene deberes, tiene una mujer y un niño a su cargo. También está cambiando su forma de pensar respecto a su pueblo. En el pasado venía a Marchena solo para visitar a sus padres, a su familia y algún amigo; se quedaba unos días y no volvía a aparecer en meses y, a veces, tardaba años en verse por el pueblo.
Ahora, Pepe, quiere ser profeta en su tierra y para ello se está ganando el favor de aquellos marcheneros que dirigen la vida cultural, política y económica en aquellos años. En estas fechas, con sus visitas al Casino de Marchena y de los pueblos de la Campiña, se gana el cariño y la admiración de grupos de comerciantes, de nuevos empresarios, del ‘mayeterío’ más acomodado…, de aquellos que manejaban el capital y solían invitarle a ‘handoscas’ (comidas de hermandades), que en Marchena eran muchas, saraos y ágapes conmemorativos. Pepe es un hombre derrochador y a pesar de estar ante gente opulenta, con mucha solvencia económica, supera a todos en generosidad y en ser desprendido.
F. Fuertes de Villavicencio
Pero, en el trabajo no se casaba con nadie. En aquellos años, el Régimen solía agasajar a Franco, en las celebraciones del “18 de Julio” (conmemoración del alzamiento contra la República). Igualmente, tras una jornada de cacería o de pesca, la "Casa del Caudillo" celebraba una especie de velada festera en el que intervenían cantaores, para amenizar el evento. La mayoría de folclóricas y cantaores tuvieron que acudir a dichas citas, pues, de lo contrario, podían ser inscritos en una lista de “censurados por el Régimen”, lo que significaba estar en el punto de mira de alcaldes, empresarios… y, por ende, sufrir un boicot de por vida y tener restringidas sus actuaciones. Así lo contaba Juan Valderrama: “… en 1950, tras una cacería fui llamado para cantarle al ‘Caudillo’ y a todos los que le acompañaban. Yo iba con Niño Ricardo a la guitarra y el maestro Quiroga al piano. Franco, por boca de Fuertes de Villavicencio (Jefe de la Casa de Franco), me pidió que cantase “El emigrante”, una canción que yo hice dedicada a los exiliados, a aquellos que tuvieron que emigrar, a quienes se vieron obligados a dejar su tierra. Cuando terminé la canción, yo estaba cagado de miedo; pero, los ministros, militares, gente de dinero…, me aplaudieron; hasta Franco. Después me dijeron que saludase a su Excelencia, lo saludé y me dijo que era una canción muy patriótica, cuando en realidad clamaba la ineficacia del franquismo. Pero, Franco, me pidió que se la cantase otra vez. La canté y pensé que terminaría en la cárcel. Al final, me olvidé del miedo pensando en el día que escribí aquellos versos: “Adiós mi España querida/dentro de mi alma te llevo metida…”
Seguía contando Juan: “… tras estas actuaciones para divertir al ‘Generalísimo’ era costumbre regalarle a los artistas un joyero, una pitillera… nada de dinero. Una de las pocas ocasiones que llamaron a Pepe Marchena fue en una fiesta que se dio en el Palacio de la Granja. Al término, el Jefe de la Casa del Caudillo quiso obsequiar a Marchena con un regalito, una pitillera chapada en plata. Esto, para Pepe, que no se casaba con nadie, que no tenía que rendir cuentas a nadie ni pasaba por aro, era una estupidez, una minucia y le dijo a Fuertes de Villavicencio: conmigo te dejas de tonterías y de pitilleras, a mí me lo pagas en crudo; y tuvieron que darle mil duros”
Pepe, con Curro Romero
Como siempre, afirmaría Valderrama: “… nuestro personaje, fue único, el mayor genio que ha dado el flamenco, por su personalidad arrolladora, por su carisma, que sobresalía ante todos y en cualquier circunstancia”. Así era; Pepe era un hombre de mundo, sabiendo adaptarse al momento y a quienes trataban con él. Todos quedaban sorprendidos por sus dotes de persuasión, de seducción. Empero, si Pepe Marchena era el culmen de la fascinación para la mayoría, si levantaba pasiones en las masas, en el público en general..., para sus compañeros, para la mayoría de los artistas de su época, llámense cantantes, cantaores, toreros, pintores, actores…, o del mundo de la política, periodistas…, era un símbolo, una aspiración al “carpe diem”. Vivir para Pepe era libar en esa utopía que ansiamos todos, paladear cada día la vida, sin apego a nada material, a pesar de muchas de las veces necesitarlo, dándolo todo sin tenerlo, estar en los momentos difíciles con quienes lo necesitan y además calladamente. Entendemos que, esa manera de conducirse a lo largo de toda su existencia, sobre todo durante su mayor apogeo artístico, le llenaría de orgullo y mantendría en él un gozo mental extraordinario. Sin embargo, “torres más altas han caído”; Pepe, que conocía la historia de sus predecesores – de aquellos grandes genios del flamenco cuyos últimos años fueron de una desmesurada pobreza y de un inmerecido olvido –, jamás pensó en su futuro, en la vejez, en los impedimentos de la edad, en ese descenso natural, que llega sin remedio… y, como en el cuento de la cigarra y la hormiga, ya llegaría el invierno.
Terminaba el año 1951, aquel año en el que se acabaron las esperanzas para gran parte de la población española que pensaba que el Régimen dictatorial se agotaría al finalizar la década de los 40. Pero, si el comunismo, la izquierda más radical, había sido el resorte para luchar contra el fascismo; ahora, denostado por las potencias europeas del oeste y los Estados Unidos, serviría para consolidar a Franco en el poder. Entretanto, José Tejada “Pepe Marchena”, va a llenar unas cuantas páginas en la prensa andaluza y en el ECO, aquel periódico local marchenero; pues, en su pueblo se le está preparando un merecido homenaje.