PUÑALADAS

Niña rota con el corazón hecho pedazos,

trataba de seguir brillando con una sonrisa que ocultaba una decepcionante vida.

Le faltaba el cariño de sus padres y abundaban los golpes.

Palizas que su padre le daba a su madre.

El dolor y desgracia de la madre caía sobre el cuerpecito de esa pequeña niña.

Llenándola de moratones y llenándola de heridas emocionales.

La criatura solo quería abrazos de su madre, pero ella estaba demasiado ocupada.

Iba a clase sintiéndose pequeñita, se tragaba cada lágrima que quería derramar.

¿Quiénes eran todas esas personas desconocidas?

¿Cómo podía esa niña hacer amigos si ni siquiera entendía las normas sociales?

La niña fue creciendo y con ella todo su dolor.

Nunca llegó a encontrar un lugar seguro en el que pudiera por un momento olvidar todo.

Lloraba cada noche suplicándole al mundo ser como los demás.

Observaba comportamientos e intentaba reproducirlos,

pero ella solo parecía un robot, así la describían sus compañeros de clase,

ellos de verdad creían que no tenía sentimientos.

Y es que esta era su única manera de afrontar el acoso,

se quedaba callada como si no le importará cada insulto,

cada humillación.

Y es que estaba acostumbrada a que la vida le diera golpes.

Puñaladas.

Esta criatura se iba apagando poco a poco.

Poco a poco se fue volviendo cada vez más inestable.

Fuera a donde fuera recibía el mismo trato.

Terminó cayendo en la oscuridad, en un profundo abismo,

donde sus pensamientos le decían que se lance por el acantilado.

La manera más fácil de encontrar paz.

Pero cuando estuvo cerca de la muerte,

se dio cuenta de que quería vivir,

quería saber lo que era la felicidad.

Vio de cerca la locura e inestabilidad,

permitiéndole encontrar un rayo de luz que le mostró la salida de aquel inframundo.

No todas las personas logran encontrar ese Rayito de luz,

muchos se pierden en ese abismo,

muchos otros pierden la vida sin haber logrado sentir la felicidad,

porque el dolor era tan grande que decidieron acabar con él.

Por eso estoy aquí, cada una de esas personas me han dado la fuerza para transmitiros

que se puede salir de esa situación, que la mente es más frágil de lo que creéis.

Con palabras podéis llegar a hacer cortes profundos.

Los insultos y burlas pueden ser cuchillos que hieren.

Puñaladas.

Se convierten en cicatrices que jamás desaparecen.

Vuestros compañeros de clase pueden llegar a estar pasando por situaciones difíciles.

Y cuando la mente es inestable podéis llegar a causarles tal suplicio,

que irreparable es el deterioro.

Estaría bien que el centro educativo fuera un lugar seguro para todos,

donde todos podamos sentirnos bien y apoyarnos entre unos y otros.

¿No creéis?


Jessica Son Puglla León