¿Qué tan acertada es la política del Banco de la República ?
Boris Salazar
Boris Salazar
Hubo un tiempo feliz en el que la política económica fue reducida al mantenimiento de la inflación objetivo y a la aplicación de la regla de Taylor para asegurar su regreso inmediato a la senda correcta. Garantizar el máximo empleo o el crecimiento sostenido no eran más que objetivos subsidiarios, descartables cuando la inflación aparecía en el horizonte. La alineación entre la academia y las juntas de los bancos centrales era perfecta. Tan perfecta como lo era la alineación de las expectativas de los bancos centrales con las de los agentes económicos relevantes.
La contingencia de gobiernos demasiado activos parecía haber sido conjurada para siempre y el mundo había llegado a una especie de Nirvana, conocida como “La gran moderación”. Era un mundo sin inflación, con crecimiento moderado, y muy bajas tasas de interés. Tan bajas que los bancos centrales habían olvidado su uso como instrumento crucial de política monetaria.
Pero los tiempos cambiaron y la crisis financiera global y la pandemia, y el confinamiento que la siguió, indujeron la emergencia de acciones de política económica impensables antes de 2008 y, sobre todo, antes de 2020. Los gobiernos y los agentes privados comenzaron a intervenir en el espacio exclusivo de los bancos centrales, proponiendo acciones de política, y privilegiando el mantenimiento de la actividad económica y el bienestar de los ciudadanos más pobres sobre la conservación de la inflación objetivo.
Las generosas ayudas a los hogares con ingresos por debajo de los 75,000 dólares al año en Estados Unidos, y las ayudas a los más pobres y a las empresas pequeñas y medianas en Europa y América Latina, incluyendo a Colombia, lograron una recuperación económica muy rápida, quizás la más rápida en el último siglo, y trastocaron el orden de los mercados laborales, mejorando, por primera vez en 50 años, la posición negociadora de los trabajadores.
La inflación y las expectativas inflacionarias y la conversación académica sobre la inminencia de un proceso inflacionario, regresaron con fuerza creciente en el pico de la recuperación en 2021, y el escenario de extrema moderación y muy bajas tasas de interés fue sustituido por un escenario de inflación creciente, expectativas inflacionarias, tasas de interés al alza, como parte de la política contraccionista de los bancos centrales del mundo, y anuncios de una probable recesión como único remedio ante la amenaza inflacionaria.
El precio de desacelerar la inflación ha sido terminar la recuperación económica, contraer la actividad económica y aumentar el desempleo. El modelo que subyace a las decisiones de la Junta privilegia el conflicto “real” entre inflación y desempleo y no considera los efectos monetarios y financieros de su alza sistemática de las tasas de interés. No es un olvido menor.
Tasas de interés y sector bancario
En el último año la Junta del Banco de la República ha estado subiendo la tasa de interés, con alzas que han fluctuado entre los 50 y los 150 puntos básicos, alcanzando una tasa de interés de usura de 46% anual en febrero de este año, una de las más altas del mundo, y la más alta de la historia reciente en Colombia. En una de las minutas del año pasado la Junta argumentaba que “el fuerte crecimiento de la economía ha sido jalonado por un consumo desaforado basado en el crédito”. Indicaba más adelante que la única forma de frenar la aceleración de la inflación era haciendo más costoso el crédito y, sobre todo, el crédito de consumo que avivaba el fuego inflacionario.
Y así ha ocurrido: en menos de un año, la tasa de interés de referencia ha subido en un 12.75%, aumentando en forma brusca el endeudamiento de hogares y empresas, y enfrentándolos a la imposibilidad de pagar sus obligaciones. Para el sector bancario los efectos de la política de la Junta no podían ser peores: a la violenta caída de la demanda por crédito se ha sumado el brusco aumento de la cartera vencida y de las expectativas de no pago de sus deudores, con el correspondiente deterioro de sus balances.
El alza de las tasas de interés ha estado interfiriendo con la actividad bancaria y financiera, no sólo encareciendo el crédito futuro, sino aumentando a niveles peligrosos la probabilidad de no pago de las deudas ya existentes de hogares y empresas. Al encarecer el crédito ha golpeado de manera brusca la construcción y financiación de vivienda, y la compra de vehículos nuevos, induciendo la contracción de la magnitud de los negocios del sector bancario, y rompiendo vínculos fundamentales entre el sector financiero y el real.
El regreso intempestivo de la competencia
El banco más grande del país, Bancolombia, con unos 14 millones de clientes, tomó la decisión de bajar la tasa de sus tarjetas de crédito a 25%, uno de los precios más bajos del mercado. De inmediato lo siguió Davivienda y luego la gran mayoría de los bancos del país, que debían enfrentar la feroz competencia por la compra de cartera de los tarjetahabientes que estarán buscando las tasas más bajas del mercado. En el caso de Bancolombia, la tasa de interés efectivo anual pasó de 46,20% a 25%, equivalente a un interés nominal vencido de 1,88%. La reducción aplica para las tarjetas de crédito Visa Clásica, Mastercard Clásica, American Express Blue, Mastercard Joven y Mastercard Ideal, que tengan un cupo inferior a $ 4 millones. Es una política que debería extenderse a los créditos de vivienda y rotatorios.
La decisión de los bancos de activar el mecanismo tradicional de la competencia para aliviar el peso mortal de las altísimas tasas de interés busca disminuir los riesgos de no pago masivo y corregir los efectos desestabilizadores para el sector financiero inducidos por la política unilateral de la Junta. Es algo inédito después de largos años de altas tasas de interés, cero competencia real y sospechas de cartelización en el sector.
Las razones de Jonathan Malagón, presidente de Asociación Bancaria, sugieren un giro radical en la posición de sector bancario y en su lectura de los efectos de la política de la Junta: “La banca se anticipa a una corrección de política monetaria, dado que ya se está controlando la inflación”. Palabras impensables hace unos pocos días.
Como también es inédito que la Asociación Bancaria haya acordado con el gobierno del presidente Petro una ambiciosa ampliación del crédito a los hogares y emprendedores colombianos de bajos ingresos. Son créditos que no superan los dos millones de pesos dirigidos a impulsar la economía popular, en el campo y en la ciudad, y serán respaldados por el gobierno nacional a través del Fondo Nacional de Garantías.
Esta intervención del sector financiero en la política monetaria, con el objetivo de corregir los efectos desestabilizadores de una política anti-inflacionaria unilateral, le recuerda a la Junta del Banco de la República que su mandato va más allá de cumplir con la meta de una tasa de inflación de 3%. Que sus medidas afectan la liquidez de la economía, la estabilidad del sector financiero y el empleo de los colombianos. No en vano la Junta del Banco de la República de hoy solía llamarse Junta Monetaria. Algo que la Junta de hoy pareciera haber olvidado.
Abril 1 2023