Preludio y fuga en Re menor, Libro II, BWV 875. Johann Sebastian Bach
Perteneciente a la importantísima obra de El clave bien temperado. Esta obra recoge, en dos volúmenes, preludios y fugas en todos los tonos, ordenados cromáticamente desde Do mayor hasta Si menor. Así, se abrió paso al temperamento y afinación regulares, pudiendo hacer un mayor uso de las modulaciones a tonos más lejanos y evolucionar en la música tonal. Además, sirvió de claro ejemplo en la composición de un contrapunto más que excelente. En este caso, el preludio es altamente técnico y enérgico, contrastando notoriamente con una fuga más serena.
Sonata no 13 op. 120 (D664) en La mayor. Franz Schubert
Llamada Pequeña sonata, es de las más atractivas para el público y para los propios intérpretes por el gran lirismo que presenta. En el primer movimiento, descarga todo ese espíritu lírico derivado de los Lieder, muy populares en el repertorio del compositor, que nos evoca a un joven Schubert enamorado en las praderas de la Alta Austria. El segundo movimiento, en mi opinión, si bien es muy expresivo, no lo es tan exaltadamente.
Representa la contemplación de Schubert a esa amada, esa intriga y desesperación por saber si será correspondido. Todo ello tiene hasta un toque religioso o místico, en la ensoñación de su amada, vista como una divinidad. Finalmente, el tercer movimiento rebosa virtuosismo técnico, a la vez de temas joviales y despreocupados. Incluye un pequeño ländler como tema B, en el que seguramente se imagina bailando con ese amor. Este movimiento es la combinación de elementos técnicos y líricos.
Nocturno op. 48 no1 en Do menor. Fryderyk Chopin
Este nocturno tiene bastante reconocimiento dentro del repertorio de Chopin, y en los nocturnos en general, ya que lleva mucho más allá la idea original de John Field. Se alaba como el más noble, o uno de los mayores despuntes expresivos y técnicos del compositor. Tiene forma tripartita reexpositiva (ABA’). Aquí, en la primera parte encontramos un canto mezzo voce, que recuerda a un profundo lamento, cercano a la oscuridad de la muerte (similar al canto del cisne). La parte central es un coral que recuerda a arpas celestiales, y cuenta con unas octavas y textura lisztiana. Por último, la reexposición es una vuelta de tuerca tanto técnicamente como de textura, en la que ese canto inicial se desespera y acelera, siendo acompañada por acordes y aportando una majestuosidad grandiosa.
Finalmente, encontramos la calma, en un último aliento, y tres acordes finales que nos anuncian un descanso eterno. Por tanto, aunque se destaca notoriamente su capacidad técnica (virtuosística y compositiva), su verdadero punto fuerte es esa fuerza más allá de lo expresivo que nos evoca Chopin con tanto dolor.