Joan Fuster, escribiendo en camiseta

Voro Contreras


La reedición del «Diari 1952-1960» muestra las ideas y estilo que consolidaron al autor de Sueca como el intelectual valenciano de referencia


Explicaba Joan Fuster en una de las entradas de su diario redactada en 1954 que a él, como escritor, le hubiera gustado ser un gran novelista, un dramaturgo genial, un poeta lírico de primera categoría, incluso un filósofo de academia. «Pero he de conformarme con escribir tebeos (...) tebeos para intelectuales».


Con esa distancia e ironía tan particular se refería Fuster a las anotaciones y ensayos breves que conformaron su ‘Diari 1952-1960’, una libro publicado por primera vez en 1969 y que, coincidiendo con el centenario del nacimiento del autor de Sueca, ha recuperado ahora la Editorial 3 i 4.


El del ‘Diari’ es un Fuster «directo, ‘in live’ en su obrador», señala en la introducción del volumen el escritor y crítico Enric Iborra: «Como él mismo decía, la forma del diario ofrece al escritor la única intimidad viable: la intimidad de una “escritura en camiseta”».


Probablemente se trate también del máximo exponente del ensayismo literario de Fuster y la mejor puerta de entrada a su obra. A lo largo de sus páginas encontramos al intelectual incisivo, irónico e inteligente de siempre, pero quizá, como también apunta Iborra en su introducción, menos «irritado» que como aparece en sus escritos a partir de las décadas de los 60 y 70.


En estos pequeños ensayos -algunos de varias páginas, y otros de apenas un par de párrafos-, el autor de ‘Nosaltres els valencians’ interroga y se interroga sobre crítica literaria o la concepción del paisaje, toma notas sobre arte o música y reflexiona sobre la figura del intelectual europeo, el nacionalismo o la vida cotidiana. Hay incluso alguna entrada de carácter íntimo. «Una nada más», subraya Iborra. El sábado 8 de septiembre de 1956 escribe Fuster en su diario: «Hay jornadas, pocas, pero gloriosas, en nuestra vida, que parecen hechas a propósito para tentarnos a la ilusión, a ciertas ilusiones secretamente, incorregiblemente necesitadas. Por ejemplo: si os encontráis con el amor cuando ya no lo esperabais, cuando ya no os pensabais esperarlo».

Fuster también apunta en el ‘Diari’ conversaciones con amigos (Vicent Ventura, Carles Riba…) y excursiones circunstanciales (Elx, Morella, Peníscola, Xàtiva…) que le sirven como motivo accesorio para desarrollar consideraciones de carácter general. Así, un viaje a Benidorm en 1957 le sugiere unos comentarios sobre la impresionante transformación que empezaba a experimentar este pueblo costero. Y en otra entrada del 15 de octubre de 1957 describe y narra los efectos de la riada que asoló la ciudad de València.


De todas formas, y tal como el propio autor recalcó en la introducción (fechada un 6 de enero) a la primera edición de 1969, Fuster descarta en el ‘Diari’ cualquier veleidad de confidencia. «La ausencia de referencias a la intimidad personal no era una cuestión de pudor o de discreción, ni de autocensura -añade Iborra en esta nueva edición-. O no se trataba solo de eso. Fuster sabía que los diarios con un interés literario más sostenido son aquellos en que las alusiones a circunstancias personales y de la vida cotidiana han sido cuidadosamente eliminadas para conseguir un producto más coherente y concentrado, sin el peso muerto de la paja que acumulan la mayoría».


El Fuster recuperado ahora en esta reedición es el de la etapa que Francesc Pérez Moragón ha denominado «en busca de un lugar». Una etapa que tendría como fronteras la licenciatura del escritor en Derecho, por una parte, y, por la otra su consolidación de su presencia pública como el intelectual valenciano más importante de su tiempo gracias a obras como ‘Nosaltres els valencians’ o ‘El País Valenciano’.


Tal como apunta Iborra en su introducción, en este ‘Diari’ ya encontramos la prosa característica de Fuster, con su sintaxis trabada y su gusto por la adjetivación irónica y, al mismo tiempo, sorprendente. Ya emplea también el catalán deliberadamente supradialectal con el que redactó toda su obra posterior, que busca la amenidad y la complicidad con el lector. Y también da forma a su modo de ensayar a través de dudas, matizaciones y objeciones hasta lograr una conciencia de sus límites. «Toda conciencia es conciencia de límites -conciencia de posibilidades, también, pero de posibilidades limitadas, de posibilidades dentro de los límites», escribe el 26 de marzo de 1955.


El ‘Diari’ contiene la mayoría de temas y motivos característicos de la obra y el pensamiento de Fuster que se retomarán en sus libros posteriores. Quizá el más notable es su fijación por la responsabilidad del escritor -y, por lo tanto, la suya propias-, con la verdad y con la sociedad. El 19 de agosto de 1955, en una necrológica de Thomas Mann, escribe Fuster: «Un humanista es todo lo contrario de un esteta: no es el hombre que toca el violín mientras Roma se está quemando. Él es el primero en luchar contra los pirómanos».


(Levante-EMV, 06/01/2022)