DE VILLANUEVA DE JILOCA A ANENTO Y AGUALLUEVE.

Vigésimo tercera Salida Senderista del Año 2024

DE VILLANUEVA DE JILOCA A ANENTO Y AGUALLUEVE

Realizada el domingo 24 de Noviembre - 9 Km de ida y 300 m de Desnivel de escasa Dificultad

Sólo cuatro personas materializaron su presencia en el punto de encuentro, puerta de la Estación Central de Autobuses, a las 7:00 para participar en la travesía senderista anunciada. De esta forma, en el coche de Emilio montaron Lucía, Vicente y Pascal, y salieron hacia la carretera de Daroca, la N-330, para desviar hacia Nombrevilla y Lechón, y llegar a Villanueva de Jiloca de donde partiría la marcha de 9 Km a Anento.

Después de la breve visita a la población con su iglesia de San Gil Abad del siglo XVII, de característica cúpula octogonal, y con la olma tradicional que fue rematada por la grafiosis, en el centro de la plaza, salieron a las 8:45 de la margen derecha del río, cerca del antiguo apeadero del ferrocarril, por el área recreativa del pueblo, en ligero ascenso por la rambla de San Ramón flanqueada por huertos, almendrales y viñedos arruinados por el abandono.

El estrecho paso entre montes rocosos se cierra dando pie a un dique de contención de piedra colmatado de tierra de aluvión. El rodal se abre paso a la izquierda perimetrando un bosque de pinos carrascos plantados sobre unos cabezos en que afloran dolomías (rocas calizas de origen sedimentario). De la vegetación de monte bajo cabría señalar el espino negro, la mágica y olorosa ruda, el té de roca y la austera jara. Al final de otra pequeña rambla con vaguada, fue la cuadrilla ganando altura por monte abierto y sin árboles.

El camino repta por onduladas colinas a modo de tobogán de "up and down". Era obvio que en la ida primaba el "sube" sobre el "baja", a veces de forma harto pronunciada. Un espacio de suaves valles y lomas desnudos de los usos agrícolas de antaño ha empobrecido el suelo sometido a agentes erosivos de gran poder destructivo. Cárcavas han resquebrajado el terreno ahondando sobre cicatrices geológicas pavorosas. El ámbito forestal que ocupa los pagos por los que discurren los aventureros lo compone un bosque mixto de simbiosis a partes casi iguales entre la a encina y el pinar. Dejan atrás la huella del Camino de los Carboneros en forma de concavidades al borde del camino en donde los gremios de ese usual oficio transformaban los leños del bosque en lignitos

Dada la naturaleza vulnerable de las arcillas, limolitas y conglomerados del subsuelo, desprovisto de enraizado vegetal ha sido víctima de un proceso erosivo severo. Así lo prueban las numerosas e impresionantes grietas como la de la ermita de San Antón cerca de Nombrevilla o las del Cerro Gordo que observaron los senderistas en su recorrido de mitad de travesía. Andan, a la sazón, por los límites de la provincia de Zaragoza con la de Teruel, desde donde su puede contemplar el torreón de San Cristóbal del complejo amurallado de Daroca. Superado el sector del Cerro Gordo que conforma una red dendrítica de libro, en función de la fisonomía acarcavada del terreno, inician el tramo de descenso por región boscosa de corpulentos pinos, donde las sombras del dosel arbóreo se imponen a la luz pese a la radiante y luminosa jornada de que gozan los marchadores.

La larga rampa arcillosa los transporta del reino de la soledad mineral a la no tan añorada civilización. Tablillas de PR-Z-51 anticipan la presencia de distritos urbanizados. La presencia humana de los numerosos visitantes atraídos por la estética rural de Anento se hace patente a lo largo de las callejas empinadas de rincones con encanto, de un castillo del siglo XII del que apenas queda el nombre y su foso defensivo, unos pasos sobre escarpes y cantiles de vértigo que incitan a explorar la cubeta de Aguallueve simulando el paso de cabras monteses.

El manantial que surge de la roca calcárea decepciona a más de uno, y su muro tapizado de musgo lleno de salpicaduras ayuda poco a mitigar un desencanto que se desea aliviar atravesando el cañón para remontarse por senda escalonada a las ruinas del torreón celtíbero donde se impone la luz diáfana, el estimulante venteado y los lejanos horizontes sobre la honda garganta dentro de la que el bosque de ribera caducifolio tiñe de nostálgicos tonos un otoño en versión poética.

Llegó el mediodía y las dos horas y media de senderismo en una de sus mejores ediciones. Vuelven por la rada opuesta a la de ida a Aguallueve y se detienen en un poyo soleado a la entrada de Anento. Han dejado en las buenas manos de una familia que ya tiene cuatro gatos, uno más. Se trata de un minino de escasos meses, de un blanco inmaculado, que anduvo sin protestar los 9 Km de la montaña rusa del camino, ya descrito, que va de Villanueva a la localidad de destino. Este angelical felino se había apuntado como mascota acompañante de espontánea decisión para, sin poder evitarlo, sin poder disuadirlo por todos los medios, realizar todo el itinerario a cuatro patitas. Se ignora si hubiera repetido la hazaña de regresar por el mismo trazado.

Restauran fuerzas para poder volver sobre las andadas hasta el punto de partida, Villanueva, y a las 13:00 ponen los pies en polvorosa de modo que llegan a las 15:00 sin haber podido evitar un aumento de tirada por error en uno de los recodos que les alejaba del destino. Rectificado al percatarse de ello, tuvo un sobrecargo de media hora. A las 15:00 salieron para volver a casa no sin antes hacer un alto en el rodaje pasando por Daroca. Se cerraba así, antes de tocar la ciudad del Ebro, la penúltima travesía 23ª del año 24.