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Para entrar en la Torre, basta llevar el ánimo dispuesto y a la sorpresa niña. Todos los libriccini han sido concebidos, ilustrados, impresos y encuadernados por J. J. Beeme, salvo en los casos en que se mencione expresamente a quienes con él han colaborado. 

Siete son las colecciones, abiertas, discontinuas, de buen azar, acogidas a la diosa Diferencia —Nulla sine inventione— y a su preciosa unigénita, Inutilidad —Moriae impluvium—.

Pero con un runrún antiguo que cree, pese a todo, en la aún más antigua fuerza de las palabras, en la oportunidad de un libro viejo. O seminuevo. O incluso, si me apuran, microscópico.